Capítulo III - LOS PROFESIONALES

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO III

LOS PROFESIONALES

AEROPUERTO DE PALMA DE MALLORCA

...En el Aeropuerto de la ciudad, a las ocho de la tarde... Paco Pinilla, calvo, delgado, de estatura alta, de piel excesivamente blanca, con la cara "estirada" y facciones que le hacen parecer una persona un poco "retrasada"… Espera la llegada del vuelo IB347 procedente de Barcelona. Los altavoces anuncian su llegada:

—¡DING, DONG! ¡La Compañía Iberia, anuncia la llegada procedente de Barcelona, del vuelo tal y tal…! ¡DING, DONG!   

Al rato, y tras abrirse las puertas automáticas, salen de la sala de llegadas, Antonio Pinilla, más conocido como el "Carnicero" y su esposa Ángeles.

El hombre lleva una bolsa de viaje de considerable tamaño, la mujer una más reducida. Nada más verlos, Paco se acerca y abraza a su hermano:

—¡Me alegro de verte Antonio!

—¡Coño, si sólo ha pasado una semana! ¿Ha ido todo bien? ¿Está todo preparado cómo te dije? —pregunta el "Carnicero". 

—Hay un pequeño detalle que ahora te cuento, pero antes, deja que salude a Ángeles. —A lo que Paco se acerca a la mujer y la abraza, dándole dos besos.

—¡Caray Paco, siempre tan cariñoso! ¡No cambias!

—¡Atiende Paco! ¿A qué te refieres con lo del pequeño detalle? —Al impaciente “Carnicero” no le gusta improvisar, lo quiere todo planificado y estudiado.

—Resulta que el cliente ha dicho que no paga hasta que hayamos hecho el trabajo... ¡Qué no se fía! —ahora sí Paco le ha puesto al día y ha conseguido lo que quería evitar, ponerlo de muy mala leche:  

—¡Será cabrón! ¡Si no se fía…!, podía haberlo dicho cuando hablamos por teléfono, al menos nos hubiéramos ahorrado el viaje.

—De todas formas, le he dicho que tú te ibas a cabrear y, hemos quedado en vernos esta misma noche a las diez en su discoteca.

—¡Bien hecho! ¡A éste cabrón le voy a espabilar y hacerle soltar la pasta como habíamos quedado! —pasando a otro tema— Y todo lo demás, ¿lo has hecho como te dije?

—Sí, tengo el chalet localizado, yo mismo llevo durmiendo toda la semana que estoy aquí, la información era buena, no se han presentado los propietarios… ¡ni nadie!

—¿Hay corriente?

—¡Sí, Antonio!, hasta he enchufado el termo. También he estado siguiendo al "palomo", y es un tío de costumbres fijas, cada noche va a la misma discoteca.

—¿Te ha sido difícil?

—¡No!, con los datos que me dio el cliente, me fue suficiente, el “gitano” es un camello que le conoce todo el mundo.

—¡Venga pues, vámonos! Pasaremos un momento por el chalet a dejar la bolsa, y luego nos vamos a ver al cabrón de la discoteca.

Los tres elementos salen del Aeropuerto y en un coche de alquiler que, había contrato Paco hace una semana con documentación falsa, se dirigen hacía el chalet en cuestión.


…Al mismo tiempo, en el barito de Luis y Miguel, Ponce no encuentra una excusa que pueda convencer a su mujer y que, le permita esta misma noche ir a “La Tarántula”, para continuar averiguando más cosas de la fotografía de la pareja.

Piensa en su amigo Diego, sabe que el caso se le escapa de sus manos, en realidad él no tiene atribuciones para investigar este asunto, pero en el fondo no deja de ser un “investigador vocacional”, siempre lo quiso ser; además es terco y este asunto de "IVONNE", se está convirtiendo en un reto para él. Definitivamente se decide a continuar con su "amateur" investigación, aunque da por hecho que va a necesitar ayuda, así que definitivamente se decide por la que le pueda dar su amigo Diego, para esclarecer el asunto:

—¡Oye Luis!, ¿el teléfono funciona? —pregunta a uno de los propietarios.

—Que yo sepa, hasta hace un momento funcionaba.

Aclarado el asunto, se dirige a él y marca un número de teléfono que le ha de servir para localizar a Diego.

Nerón, “Bait” y Diego, habían montado hace tres años, una moderna agencia de investigación. Nerón abandonó la policía y juntamente con “Bait”, un experto en ordenadores, estaban realizando todos los trabajos más o menos serios de la ciudad. “Huyendo”, a ser posible, de los casos de divorcios e infidelidades.

Diego, al año se desvinculó de la agencia, decía que no era compatible con su trabajo de periodista, aunque mantenía muy buenas relaciones con sus exsocios.

—¡Nerón al aparato...! ¿Dígame?

—¡Hola Nerón! ¿Sabes quién soy?

—¡Lo siento... ahora no caigo!

—¡Menudo investigador!, ¡si todo lo haces así! —exclama bromeando Ponce.

—¡A coño, ya te conozco! ¡Tú eres Javier... Javier Ponce! ¿Cómo estas, hacía tiempo que no sabía de ti? ¿Qué tal estás!

—Todo va bien, mi hijo creciendo y la familia bien… Y a vosotros, ¿cómo os va la agencia?, tengo entendido Nerón, ¿que os estáis llevando todo lo importante…?

—No nos quejamos, estamos trabajando mucho para el PPP y el PTSOE, con toda la movida política que hay, no paran de investigarse el uno al otro.         

—¿Y cómo lo hacéis para trabajar con los dos?

—Con diplomacia… y algún que otro amigo que nos echa una mano.

—Seguro que además de echarla, también la pone...

—Que te voy a contar, tú ya sabes cómo funciona todo esto. Me has recordado que un día de estos te vendré a ver, necesito que me completes una información de “Colet”, ya sabes a quien me refiero.

—¿”Colet”, el diputado del PPP?

—¡Sí! Es sobre un asunto de una quiebra de una inmobiliaria, en la que según parece estaba metido.

—¡Joder! ¡Si es que no se salva ni uno, ven cuando quieras!

Cambiando de tema, que es para lo que te he llamado, tú exsocio Diego. ¿Se ha cambiado de casa ya?

—Sí, hace un mes. Precisamente hace un rato que ha estado con nosotros, no sé qué rollo se trae con “Bait”, se han pasado un buen rato en el ordenador averiguando cosas del doctor “Mirinda”, el nuevo presidente del "Realeño", ¿por qué lo preguntas?

—Necesito hablar con él y no sé su nuevo número.

—Toma nota...es el 644.187.334 —El investigador se lo facilita sin ningún problema.

—¡Gracias Nerón, y seguid así!

—¡A ti Ponce! Y recuerda que un día de estos vendré por los Juzgados para lo que hemos hablado.

—¡Cuando quieras!

Ponce cuelga el teléfono y de nuevo lo descuelga, inmediatamente marca el número que le ha facilitado Nerón:

—¡TIROLALILO…! ¡TIROLALILO…! —¿Dígame…? ¿Quién es…?

—¡Diego... soy Javier Ponce!

—¡Hola Javierito! ¿Cómo anda todo…? Hacía tiempo que me tenías que llamar cabroncete...

—Bueno disculpa, pero es que he andado liado. ¿Aún tienes interés en hacer el reportaje que hablamos?

—¡Pues claro!, ahora más que nunca, desde que han nombrado a mi "ex" directora de "EL PRIMERO DEL DIA", no le he realizado ningún trabajo, tengo cosas en marcha pero aún no he firmado ningún reportaje.

—Pues te espero dentro de un rato en "La Fachina", aún vas por ahí… ¿Supongo?

—Sí, tú sabes que es como mi casa, ¡nada más me falta quedarme a dormir! Y los “Lerona”, ¡Son unos tipos cojonudos!

—¡No tardes! Y no te comprometas para esta noche, que me acompañarás a “La Tarántula”. —De una andanada, Ponce le acaba de planificar la noche a su amigo.

—¡De acuerdo!, ¿pero que dice Raquel de esto? —refiriéndose a su esposa.

—Desde "La Fachina” le llamaremos y le pondremos una excusa, si sabe que estoy contigo, ¡no se enfadará!

Interior Pub LA FACHINA

…Pasadas unas horas, en el pub "La Fachina", entra Diego, Javier Ponce le está esperando en la barra del establecimiento, casi justo a la entrada.

—¡Hola Javierito! ¡Cabroncete? ¡Qué bien te veo!

—¡Hola Diego, siempre tan cachondo!

—¡Venga...! ¿Cuéntame de que va el rollo? ¡Para que tú te decidas a ir de marcha…!

—No es lo que tú te piensas, tengo que ir por motivos profesionales, además como ya te he dicho el asunto te interesa.

Hacia la zona de barra donde están, se les acerca Jota Lerona por detrás de la barra:

—¡Buenas noches Diego! ¿Te pongo lo de siempre…?

¡Ah! Y antes de que me se olvide, ha llamado Dolores y ha dicho que cuando puedas te pases por "EL PRIMERO".

—¿Ha dicho si era urgente? —concreta Diego.

—¡No!, no ha dicho que fuera urgente.

—¡Gracias Jota!, y sí, ponme un " whiskyto", ¡sólo con cubitos!

—¿No lo quieres con "tonticola"?

—¡No, que engorda!, a partir de ahora lo beberé sólo, tengo que quitarme esta tripa, ¡que cada vez que me veo en el espejo en pelotas, me doy asco!

—Y tú... ¿qué tomas Javier? —pregunta el barman y propietario del pub.

—Tomaré lo mismo que él.

Ya solicitada la comanda, Ponce le cuenta a Diego todos los detalles, incluido el robo de las fotografías y la falta de interés mostrada por el juez Aguilera por todo lo ocurrido...


…Mientras en otro lugar de copas, la familia Pinilla acude a su cita, previamente han pasado por el chalet y allí han dejado su equipaje.

En la entrada de “La Tarántula”, la barrera metálica está medio abierta, a lo que. Paco Pinilla intenta levantarla un poco más, pero desde dentro, alguien lo hace por él al tiempo que exclama con tono elevado:

—¡La discoteca está cerrada! ¡No se abre hasta las once…!, ¡y si sois proveedores, la hora de venir es a las seis…!

Es la voz del jefe de seguridad, Benito Bestard, el que ya conocemos de la visita a Javier Ponce en el Juzgado.

—¡Escucha tío, tenemos una cita con tu jefe, hemos quedado a la diez! —Antonio Pinilla no se queda corto, e igualmente con el mismo tono le indica el motivo de su visita; por sus formas se deduce que no desea que nadie le enrede.

—¿Con el Sr. Colón?

—¡Sí, con Bartolomé Colón!

—¡Pues...!, ¡esperar aquí, voy a ver si es cierto! —Pasados unos minutos, Benito sale de la sala por donde ha desaparecido antes y se acerca a ellos:

—El Sr. Colón os espera, ¡pasad y seguidme!

Al tiempo que baja de nuevo la barrera metálica. Tras lo que les conduce, cruzando la discoteca, a un pequeño despacho que hay cerca de los baños, al fondo de la sala. En el trayecto Ángeles comenta:

—¡Vaya cantidad de pasta que hay aquí metida! ¿No nos habremos quedado cortos Antonio?

—¡Calla Ángeles, ya hablaremos luego! —le ordena su esposo, odia que le interrumpan cuanto está en tensión y pendiente de lo que pueda suceder.

Ya en la oficina de la discoteca…:

—Sr. Colón, aquí están los señores que esperaba. —Benito anuncia a los visitantes.

—Vale Benito, ¡hazles pasar! —Levantándose y esperando a que pasen los tres—¿Tú debes ser Antonio Pinilla, con quien hablé por teléfono?

—¡Sí, yo soy, y ésta es mi mujer Ángeles! ¡A Paco ya lo conoces!

—¡Sentaros por favor! Y tú Benito, te puedes marchar… y cierra la puerta cuando salgas. —El empleado (Benito) se retira de acuerdo con las órdenes del jefe.

—¡Vamos a ver…! Me ha dicho mi hermano, que no quieres pagar los veinte y cinco mil euros como tú y yo habíamos quedado... —Así entra a saco Antonio Pinilla el "Carnicero", con el dinero no se anda con tonterías.

—¡Esto no es exacto! Yo le he dicho que preferiría pagar después, pero mi encargo sigue vigente.

—¡No! ¡No aceptamos! Nuestra costumbre es cobrar siempre antes, ¡vamos a dejarlo!, nos das ahora la mitad, por los gastos que hemos tenido, y olvidamos el asunto.

—¡Hombre Antonio!, tampoco se trata de esto, no es que no me fíe, pero yo preferiría pagar luego.

—¡Ya te he dicho lo que hay!

—¡Ok!, ¡de acuerdo, ahora os daré el dinero!, pero recordar que lo que quiero es que sirva de escarmiento a los demás, ¡se tiene que notar!, para que los otros no sigan retrasándose en sus pagos y me sigan tomando "por el pito del sereno".

—¡Nosotros somos profesionales!, ya te lo habrá dicho el “Nacho”, cuando te hablo de nosotros… Pero con lo del dinero, ¡no hacemos concesiones!

Bartolomé Colón abre uno de los cajones de su mesa y va sacando fajos de billetes de 100 euros y algunos de 500 euros, hasta completar la cantidad pactada por el "encargo" (25.000 €.).

—¿Si los queréis contar? —pregunta el pagador.

—¡De esto se encarga Ángeles!

—¡Acércame el dinero Colón! —ordena la mujer decidida, lo hace con decisión, como le gusta que lo haga a su marido.

Mientras Ángeles cuenta el dinero con suma rapidez, Colón aprovecha para puntualizar el encargo:

—¿Lo tenéis todo claro supongo? ¿No os valláis a confundir de tío?

—Mi hermano Paco lo lleva siguiendo durante varios días y no hay ninguna confusión posible.

—¿Vais a hacerlo esta noche?

—¡Sí! Y mañana o pasado… encontrarán su cuerpo.

—¡Está correcto! —Comenta Ángeles y metiendo el dinero en su amplio bolso, idóneo para tan especial carga.

—¡Pues venga!, ¡vámonos que vamos justos de tiempo! —ordena el “Carnicero”.

Con todo ultimado, el familiar trio sale del despacho y cruzan la sala de nuevo, en la puerta...:

—¿Han terminado ya…? ¡Esperen que les abra la barrera! —Inconscientemente alterna el usted con el tuteo, y así lo hace Benito Bestard; la sube, más inesperadamente y ante él, desde fuera, aparecen dos figuras que le son conocidas, son Javier Ponce y Diego.

—¡Coño que sorpresa menudo dúo! —exclama Benito ante la visión.

Los hermanos Pinilla y Ángeles, sin pronunciar palabra, aprovechan y salen de la discoteca.

—¡Vaya chica guapa! ¿Trabaja aquí? —el carácter de Diego “brota” y no puede contenerse de hacer un comentario.

El "Carnicero" que le oye, le dirige una mirada asesina, a la vez que sujeta a la mujer por el brazo y la atrae hacía él, maldiciendo a Diego:

—¿Te pasa algo cabrón?, ¿no has visto nunca una mujer?

—¡Pues sí...! ¡Pero tan guapa como ésta no muchas! —Se necesita más de este insulto para retener la “lengua” del amigo Diego.

Ante este panorama y en previsión de que la cosa vaya a más, Benito interrumpe la discusión:

—¿Vds. no se iban?

El "Carnicero", sin mediar más palabra, se retira alejándose del lugar de entrada.

—¡Vaya tipo menuda cara de perro rabioso! —ahora la opinión es la de Ponce.

—¡Déjalo!, ¡debe ir colocado! —continuando Benito intentando calmar los ánimos, cosa que consigue hacer:

—¡Venga Benito…!, ¡vamos a la barra y nos tomamos unas copas! —propone Diego, aprovechando la ocasión para intentar curiosear por la disco.

—¡No…! ¡Vamos a hacerlo mejor! —sin acabar la propuesta pues alguien se acerca a ellos— Ahí viene Quiñonero, el vigilante, espera que llegue y nos vamos los tres a cenar, como en los viejos tiempos. Os invito en la pizzería de la esquina.

—¿Y no puede ser a marisco?, ¡para una vez que te sueltas!       

—¡Déjate Diego! Que no están las cosas como para invitar a marisco, nos comemos unas pizzas… que son más baratas y llenan por igual.

Dadas las instrucciones a Quiñonero, Benito Bestard los lleva hacía la Pizzería.

A los pocos minutos de marcharse el trío, aparece de nuevo el "Carnicero", que se dirige al vigilante Quiñonero, un hombre no muy alto pero de cuerpo deportivo, propio de aquéllos que se pasan varias horas al día en el gimnasio.

—¡Vamos a ver! ¿Dónde está el maricón éste? —pregunta sulfurado y en plan belicoso Antonio Pinilla el "Carnicero".

—¿Qué le pasa “amigo”? ¿A quién se refiere?

—¡Al maricón que estaba aquí hace un rato con otros dos!

—¡¡¡“Pollo”!!! ¡Tranquilícese que esto no es una discoteca de maricones!

Los gritos atraen la presencia de Bartolomé Colón, el propietario de la discoteca, con el que ha conversado antes el “Carnicero”:

—¿Qué ocurre?, ¿qué pasa Pinilla?

Éste ya más calmado por la presencia de Colón, cuenta lo sucedido:

—Cuando salíamos, un maricón de mierda se ha metido con mi mujer.

—¡Bueno tranquilízate! ¿Cómo puedes ver ya se ha marchado? —comenta Colón

—¡Ya me lo encontraré! ¡Le voy a partir en pedazos! ¡Nadie se mete con mi mujer! Todo son amenazas dirigidas a Diego, por su atrevimiento metiéndose con Ángeles, cuando realice su "encargo", el Heredia (el camello) será para él como si fuera Diego, así piensa "vengarse" de momento de Diego… —¡Y tú! —dirigiéndose a Colón—… Si necesitas estos días algo de nosotros, te vas a un pub del Paseo Mallorca que se llama “El Rey”, preguntas por "La Lena" y le dejas el recado. —En un tono alto y provocativo que suele ser su manera de hablar cuando está cabreado.

—Lo conozco, sé dónde está; y ahora vete a hacer tu trabajo. —se le escapa la orden, ¡mal asunto!

—¡A mí no me digas lo que tengo que hacer! —salta de nuevo el "Carnicero".

—¡Tranquilo no te enfades también conmigo! —Colón empieza a dudar si serán capaces de realizar su “encargo”.

—¡Me marcho que me tenéis todos hasta los cojones!


…En la Pizzería de la esquina, ajenos a lo sucedido, Diego ataca a preguntas, como es su costumbre, a Benito Bestard:

—Me ha dicho Javier, que tienes más de treinta hombres trabajando. ¿Y veo que llevas las discotecas de Colón?

—Diego sigues como siempre... —refiriéndose a su manera de preguntar— Sí, llevo la seguridad de las discos, éste que habéis visto, es mi cuñado Quiñonero y me ha venido impuesto por la familia.

—Pues no es que desentone, el tipo esta cachas, ahora lo que no sé es como tendrá la "azotea".

—Le he puesto en este trabajo para que no haga más tonterías. Hasta los dieciséis era un “choricillo”, iba por ahí dando tirones a las ancianas, hasta que un buen día dije basta, desde entonces lo tengo siempre controlado. Y la mejor manera es haciendo de vigilante a mi lado. —Benito se suelta contando detalles, dado que considera que está entre “amiguetes”.

— ¡Ya decía yo que esto tuyo...! —Diego empieza una de sus “coñas marineras”.

— ¡Diego no te enrolles que te veo venir! —advierte Benito.

—¿A qué se refiere Benito con eso Diego? —Javier Ponce se une a la “intriga”.

—Resulta que Colón tiene fama de traficante, aunque aún no le han enganchado en un renuncio. —informa el periodista.

—¡Caray, pues yo no lo sabía! —sorpresa para el funcionario.

—¡Pues sí! De cada día hay más gente que le financia sus operaciones. —continúa.

—Pues yo que estoy en los juzgados, desconocía todo lo que me estas contando. Por cierto ¿Conozco yo, a alguno de los que están metidos en todo este rollo de la financiación de la “puta” droga? —Con lo que acaba de comentar Diego, ya le empiezan a «pitar los oídos…»; por si resulta tener amistad con alguno de ellos.

—A la mayoría no, son gente que sólo mete su dinero, el que menos unos cien mil euros, y al cabo de un año han ganado limpio el doble, Colón dirige toda la operación; y precisamente al ser el coordinador de todo; descontados todos los gastos, por cada euro saca diez o mucho más…

—¿Y si va mal y los ligan?

—Si alguna operación va mal, ¡no pasa nada!, suelen repartir el riesgo en varias operaciones, siempre ganan mucho dinero.

—¿Y tú conoces a alguien de los que están metidos? —pregunta Ponce, ya despertada su curiosidad con lo que está contando Diego.     

—Conozco a alguno… como Trinarejos, también parece que está en todo esto Lozano, el de los Supermercados, y últimamente me han dado una pista que estoy investigando, que vincularía al doctor Mirinda, el presidente del "Realeño", que anda muy mal de pasta y podría también estar metido, pero de éste no tengo la certeza.

—¡Joder! Pues aquí está metido todo el mundo.

—Y los que tienen comprados... que son más de los que te puedas imaginar.

—¡Calla! No me vayas a decir algún nombre que me sea familiar. —Ponce prefiere dejar el asunto así, todo aquello le viene demasiado grande para él.

—¡No hagas caso a Diego, que ve muchas películas! —aquí por fin interviene el Benito, que se supone que estando metido en seguridad, algo de todo esto debe de saber el hombre…

—¿¡Películas!? ¿No me dirás que tú no has notado nada raro por “La Tarántula”? ¿Y sobre todo últimamente?

—La verdad es que alguna vez ha venido alguna persona rara, pero... yo a mí trabajo, que para eso me pagan. Vosotros me conocéis y sabéis que yo de drogas nada de nada.

—¿Qué pasa “últimamente”? —pregunta Ponce:

—Parece ser que desde hace unos meses, el Colón y el Trinarejos, junto con otros distribuidores más de la zonas de costa turística del país, están preparando una grande… Quieren traer grandes envíos de cocaína, tras haber alcanzado un acuerdo con un nuevo clan colombiano, que se la suministrará a un precio mucho más reducido. Ya han hecho, digamos “pruebas”, y parece que el producto es bueno.

—¿Y tú Diego, como estás enterado de todo esto? —pregunta Ponce, sorprendido del conocimiento que tiene sobre este asunto.

—¡Fácil!, aunque esto parezca que es algo que se lleva en secreto; siempre hay filtraciones de algún camello que habla más de la cuenta; y de ahí empieza a correr la voz. También te seré sincero y te diré que algunas cosas me las cuentan mis fuentes dentro de la policía.

—¡Joder Diego!, estás enterado de todo… Pero vayamos a lo nuestro —A la vez que saca la foto dedicada—, Benito, ¿mira esta foto y dime si reconoces el lugar de algo? —Ponce cree que es un buen momento para saber cuánto sabe el “segurata” sobre la misteriosa “Ivonne”.

—Pues... —observando la foto sorprendido— Parece que es “La Tarántula”.

—¡Es “La Tarántula”! —afirma Ponce—… ¿Y a la tía, la conoces? —Fijamente sin poder retirar su mirada de la foto, Benito duda en responder. A lo que el funcionario le increpa—: ¿La conoces o no? ¿Contesta, o es que te has quedado mudo?

—¡Efectivamente se quién es!, pero hace más de medio año que no la he vuelto a ver. —por fin responde a la pregunta Benito.

—¿Y quién es? —insiste Ponce, no quiere pasar esta oportunidad de saber más cosas sobre la fallecida.

 —Se llama "IVONNE"... y antes venía casi cada noche por “La Tarántula”, siempre venía antes de cerrar, creo que tenía un rollo con el jefe.

—¿Con el Colón?

—¡Sí!, con Colón, pero esto en él es normal, no tiene ninguna fija y si se le pone alguna a tiro se la cepilla. Es un poco vicioso. Pero, ¿a qué viene todo esto?

—Viene, a que esta es la foto de la tipa que encontramos muerta en el piso de la calle San Bernardo, por la que tú has venido a interesarte esta mañana.

—¡Mira Javier!, ¿no estarás pensando que yo tengo algo que ver con este asunto de la muerta?

—¡Hombre!, a ti no te veo yo capaz de matar a nadie, ¡pero la verdad, esta mañana me has dejado mosqueado!

—¡Lo que yo te diga!, ¡que yo no tengo nada que ver!

—¡No te cabrees! …Y a su acompañante, ¿lo conoces también?

—Venía habitualmente con ella, me parece que trabajaban y vivían juntos.

—¿Y en donde trabajaban? —pregunta ahora Diego.

—En un "toples" de la calle 2 de mayo, la que acaba en el paseo marítimo, creo que se llama… "La Flor Roja".

—Me parece que conozco el lugar, es uno que regenta un tal Marcial, que estuvo metido en un lío de falsificación de tarjetas de crédito. —De nuevo Diego saca su faceta de periodista y conocedor de lo que sucede en el ambiente de la ciudad.  

—Sí veo que frecuentas el lugar, ¡parece que lo conoces bien!

—¡Sí!, y a ti no te iría nada mal conocerlo también, en lugar de ir tanto por "el barrio chino", que se te va a caer el pito a pedazos.

—Quien lo va a tener que conocer... ¡soy yo! —exclama el Ponce, todo esto le viene de nuevo, nunca ha sido un hombre de muchas vivencias, y menos de este tipo…

—¡Tranquilo Javier!, ¡qué vas a ir bien acompañado!, al Diego lo conocen por todos estos "tugurios". —Benito se “venga” de las insinuaciones vertidas por su amigo.

—¡Benito, no te pases de listo…! —A Diego no le gusta recibirlas, por lo que se ve, se ha olvidado del viejo refrán que dice: «Donde las dan… las toman…».

Los tres comensales, ya hablando de otros temas, continúan con su cena, que aclarado casi todo, sigue transcurriendo en un clima de confianza, son muchos los años que hace que se conocen los tres.


…Bordeando las doce de la noche, en el pub "El Rey", situado en el Paseo Mallorca, se reúnen unos peculiares familiares:

—¡Hola "Lena"! ¿No vas a dar un beso a tu hermanita? —pregunta Ángeles, la mujer del "Carnicero".

La camarera que está tras la barra del establecimiento, colocando las botellas de la estantería de enfrente, se gira y sorprendida...:

—¡Anda coño, si eres tú...! ¡Y Antonio... y hasta Paquito! ¡Que sorpresa!, ¡esperad, que salgo de la barra!

La “Lena” besa uno tras otro a los inesperados visitantes:

—¡MUA…! ¡MUA…! y…¡REQUETEMUA…! —¿Y qué hacéis aquí? ¿Por qué no me habéis avisado? —reprochando y preguntando.

—Hemos llegado hace poco, venimos a hacer un encargo. —Aclara Antonio Pinilla el "Carnicero", la hermana es conocedora de sus “actividades”.

—¿Y qué vais a estar muchos días? —pasada la sorpresa pregunta la “Lena”.

—Unos pocos, como siempre hemos dejado esta dirección por si alguien nos busca, nosotros te iremos llamando por si hay algún recado...

—¡Claro Antonio, no faltaba más!, pero, ¿qué os pongo? ¿Qué queréis tomar?

—¡Nada de beber, tenemos prisa! Lo que queremos es "caballo", para mí y para Paco… y ya sabes..."coca" para Ángeles, ¿supongo que tendrás algo por aquí?

—Pues... ¡lo siento pero va a ser que no! Últimamente están encima de nosotros los del “grupo quinto”, especialmente un cabrón de sevillano… Y el jefe no quiero tener líos hasta que pase este “agobio”.

—¿Cómo es el policía éste? ¿El sevillano? —Al "Carnicero" le parece ser alguien conocido por él.

—Es un madero alto, de unos cuarenta y pico de años, hace unas semanas entró aquí y le pidió la documentación a toda la gente.

—¿Recuerdas su nombre?

—¿Por qué? ¿Le conoces? —ahora es la “Lena” la que se interesa por su posible relación. 

—¡Puede ser...! —el jodido no “suelta prenda”.

—Dijo algo de Sanchís... Antonio Sanchís, ése es el nombre de ése cabrón. El jefe también lo conocía —ya dando por hecho que su cuñado lo conoce—, yo le pregunté y me dijo que antes estaba en Barcelona.

—¡Coño que pequeño que es el mundo! Éste cabrón fue el que me metió a mí en “La Modelo” hace años, ¡ya tenía yo ganas de localizarle!

Paco, conociendo sobradamente las reacciones de su hermano, le interrumpe:

—Recuerda Antonio que tenemos un encargo que hacer, no te vayas ahora a liar con el sevillano éste de los cojones.

—¡Tranquilo hermanito! —Golpeándole suavemente en la cara—. Esta noche lo primero es el trabajito, ya habrá luego tiempo para ajustar cuentas con ése cabrón. Y dime “Lena”, ¿dónde podemos conseguir "caballo"?

—Lo más fácil es que vayáis a la plaza Cuadrera, ¿sabéis dónde está?

—¡Si yo lo sé! —contesta Paco Pinilla, a lo que su hermano y Ángeles lo miran.

—Allí, en el número tres, en el segundo piso, "El Seco" tiene de todo. —Acabando de concretar el sitio y quien es el distribuidor.

—¡Coño con "El Seco", como ha “prosperao”! ¡Si era un mierda! ¡Trabajaba de camello!

—Pues desde hace un año el tío se ha montado, controla toda la zona del "barrio chino" y otras... —ahora es la “Lena” quien actualiza la información.

—¿Y cómo le han dejado "El Mármol" y "El Marqués"? —el “Carnicero conoce a todos los de este “gremio”, prácticamente los ha visto a todos “crecer” y sabe cómo se las gastan.

—Dicen que han llegado a un acuerdo entre los tres. —Le aclara la “Lena”.

—¡Vaya con “El Seco”! Aquí, “el que no corre vuela”. ¡Venga Ángeles, despídete de la “Lena"! ¡Que nos vamos!

Cuando sale de "El Rey" el siniestro trío, no se percata que desde un coche rojo aparcado casi enfrente de ellos, pero en la otra parte de la calzada. El objetivo de una cámara los está apuntando, al tiempo que se oye el característico “CLICK” con el que son fotografiados. Detrás del objetivo está el ojo del policía Antonio Sanchís.

—¿Los conoces? —pregunta el compañero de guardia.

—¡No...!, pero el del bigote... me es familiar. —Sanchis aún no ha reconocido al “Carnicero”. 

—¿Les seguimos?

—¡No déjalo! —¡Lástima!, su memoria se ve que le falla, si es que “el tiempo no perdona colega”

El trío, ya en su vehículo de alquiler, se dirige hacia el lugar que les ha indicado la “Lena". ¡Hay con el mono, se nota que va apareciendo entre los personajes…! En la plaza Cuatrera, el "Carnicero" aparca el coche y comenta:

—¡Mira allí debe ser! —Señalando la segunda planta, de un viejo edificio del que procede la luz de una bombilla blanca, señal usada en estos lugares para indicar que el camino está libre—. ¡Venga Paco, baja del coche y tráete las "papelinas"!

—¿Para cuantos días? —Aprovecha para llenar la “despensa”.

—¡No sé! Nueve cuadriculadas, así tendremos para los tres, ¿llevas dinero suficiente?

—¡Sí!, llevo quinientos  "talegos", ¡bastan y sobran!

—¡Dile al que esté, que vaya con cuidado a no darte polvo malo! ¡Adviértele de con quien esta tratando!, ¡que no se crea que somos unos “pardillos”!

—Confía en Paco que de esto entiende y no le engaña ni Dios. —comenta Ángeles saliendo en su defensa.

Tras lo que Paco se dirige hacía el piso, como si conociera ya el camino. Al cabo de unos diez minutos regresa y se mete en el coche, de nuevo en el asiento de atrás:

—¡Venga trae el caballo! —El "Carnicero" hasta el momento no había manifestado su necesidad, parecía que el único que consumía era su hermano.

—¡Toma hombre! ¿Estás con "el mono" o qué? —pregunta Paco, cosa extraña que se enfrente a su hermano preguntando esto.

—¡No me hables así que te doy dos hostias!

El "Carnicero" saca de su bolsillo un tubito de plástico, abre el papel cuadriculado hecho "un saquito", y con el mismo tubito lo reparte un poco, con mucho tiento para que no le caiga. Se coloca el tubito en uno de los orificios de la nariz y esnifa el ansiado polvo blanco, sin parar vuelve a esnifar por el otro orificio de su castigada nariz. Hace ya tiempo que opta por meterlo en su cuerpo de esta manera, las jeringuillas ya no le convencen…

—¡No sé cómo hay gilipollas que se pinchan el cuerpo, con lo bueno que está así! ¡Toma Paco! —Pasándole el tubito de plástico.

—¿Y yo qué? ¡Dame mi papelina! —Ángeles reclama su “polvo”.

—¡Tú te esperas! ¡La coca te la tomarás cuando estés en la discoteca, que a ti el efecto se te pasa muy rápido! —puntualiza su esposo, el "Carnicero".

Paco Pinilla, desde el asiento de atrás, se toma su dosis de caballo.

Al poco rato, el coche arranca con dirección a la discoteca conocida por Paco en sus días de seguimiento.


…Horas más tarde, en la discoteca “Mariscal”, ubicada cerca de la calle 2 de Mayo, Cándido Heredia, conocido camello de la zona, en un rincón de la barra secundaria, su sitio habitual, está tomando un cubata y Tal y Tal y Pascual…/.

Lo que acontece a continuación ya ha sido narrado al principio de este relato, dentro del Capítulo I – “El Desahucio”

.\...—¡Coño está vivo! —exclama Paco Pinilla.

—¡Que no gilipollas!, ¡es un acto reflejo, todos lo hacen! ¡Termina de una vez! ¡Esto es nada comparado con lo que le haré al cabrón aquél! —Refiriéndose al periodista Diego.

A continuación con una pequeña llave abre cada una de las esposas y suelta las muñecas, los brazos quedan colgando, acaba de desnudar las otras cuerdas que le sujetaban a la silla, y las introduce en la enorme bolsa de viaje que habían traído desde Barcelona. Lo mismo hace con su “herramienta”, la que ha utilizado para sesgar la cabeza, además de los dedos, del infortunado camello (Heredia); desenchufando la sierra eléctrica de un de un lugar próximo, y guardándola también con su largo cable en la bolsa de viaje, en definitiva es su “bolsa de trabajo”. El resto del cuerpo de Heredia, queda intencionadamente sentado en la silla.

—¡Venga tú, pon el saco —el que contiene el “melón” (cabeza)-— cerca de la bolsa de equipaje! ¡Pero ten cuidado de que no la manche! —refiriéndose a las enormes gotas de sangre que salen por el culo del saco, ¡sabes que!, ¡ponla dentro de esa bolsa de plástico de ahí —Señalando una cercana; dicho esto y tras hacerlo Paco, los dos criminales se dirigen a la ducha—. ¿Supongo que habrá suficiente agua caliente para los dos?

—¡Sí, pienso que sí! ¡No creo que Ángeles la haya gastado! —La mujer ha sido la primera en ducharse— ¡Necesito un poco de “caballo”! —la tensión, le hace a Paco que se le pronuncie el “mono” y consecuentemente su necesidad de una “dosis” suplementaria.

—¡Luego!, ¡cuando terminemos, aguanta! —le ordena su hermano.

Tras haber terminado su sangrienta carnicería y, después de haber lavado sus cuerpos de la sangre del desafortunado Heredia; cual macabros penitentes, abandonan el ya fatídico chalet. Cada uno de ellos coge algo con su mano...

El "Carnicero" abre la puerta trasera del vehículo y coloca las dos bolsas de viaje, la grande y la de su mujer. Paco Pinilla abre el maletero del coche y deja el macabro saco, ahora envuelto por otra bolsa de plástico, para evitar que la sangre que pueda salir de él, manche el portamaletas.

Ángeles, se une al “séquito”, en una bolsa de basura, lleva la ropa usada por los hermanos Pinilla y que se han despojado de ella tras su improvisada ducha. Y ya antes de meterse en el vehículo:

—¡Ángeles tira la bolsa con la ropa manchada en aquél contenedor!, ¡no creo que tarde mucho en venir el camión de la basura!

Su esposa hace lo que le ordena y rápidamente regresa hacía el coche, entrando en la puerta del acompañante.

El "Carnicero" se sienta al volante, Paco en el asiento de atrás junto a la bolsas de equipaje y… la bolsa especial climatizada con los dedos de Heredia, a la que tanta estima le tiene su hermano.

Arrancan el vehículo y, cogen el trayecto que los llevará al lugar donde días atrás estuvo Paco Pinilla inspeccionando la zona.

Siguiendo las indicaciones de éste, llegan a un acantilado próximo a la costa, y seguros de que a estas intempestivas horas, no estará transitado ni por peatones ni vehículos. Aparcan el coche casi al final de la carretera, que llega casi hasta el mismo borde del precipicio. Sin parar el motor del vehículo:

—¡Venga Paco! ¡Sal y tira el saco! —De nuevo el “Carnicero” dirige el “cotarro” y da instrucciones a su hermano Paco. Éste sale del coche dejando la puerta abierta, ya fuera, agradece el viento fresco que siente en su rostro...

Abre el maletero y, con su mano derecha saca el saco, con precaución para no mancharse con alguna improvisada y ocasional gota de sangre. Anda unos pasos y…

Costa de la Isla

En ese momento se percata de la altura desde la que se encuentra. Abajo se ve como el mar golpea las rocas. Aunque curiosamente no le impresiona la altitud, y con el brazo que sujeta el saco, lo impulsa hacía atrás para ganar fuerza, al tiempo que apunta con su vista hacia el agua. Lanzando el saco con vigor:

—¡ZAAASSSH…! —Pero éste no llega al deseado destino programado por Paco Pinilla, sino que una vez lanzado, queda aprisionado entre dos rocas del fondo.

Por unos instantes piensa en bajar el escarpado, pero ve que es completamente imposible. El vocerío de su hermano le hace reaccionar:

—¡Venga Paco! ¡Vuelve al coche de una puta vez!

A lo que Paco regresa al coche y entra...

—¿Has tirado el saco? ¿Ha caído al agua?

—¡Sí ha caído en el agua! —que va a decir sino, conociendo como se las gasta su hermano, el “Carnicero” de los cojones.

—¡Cojonudo! Ahora nos vamos a una pensión y al tiempo que tú te haces una raya, ¡yo le pego un polvo a ésta!

—¡Conmigo no cuentes, que me ha venido la menstruación! —Buscando Ángeles La “Morena”, una excusa para no cumplir los deseos sexuales de su marido.

—¡Así…! ¡Pues si no puedo meter, me iré a una casa de putas!, ¡y entre y entre, yo también me haré una rayita!, ¡tú te lo pierdes Ángeles!... ¿Dónde habrá una abierta? —¡Estarán todas!, como está el negocio, no creo que ni cierren por las noches, , así te las encontrarás bien "llenitas"... ¡Cacho cabrón!

Aclarados su siguientes “pasos”, se alejan del lugar en su coche de alquiler con dirección al centro de la ciudad...

FIN DEL CAPÍTULO III

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