Capítulo XIII - LA TRAMPA

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO XIII

LA TRAMPA

...A última hora de la tarde, en el despacho del juez Aguilera, hay más gente de lo habitual. Además del titular del juzgado, están presentes Javier Ponce, Diego, Ángeles y un nuevo personaje, la fiscal Ribas. Con 10 años ya en el puesto y una merecida fama de rebelde hacia sus superiores. Rubia, con el cabello a la altura de los hombros, siempre vestida con traje similar al de sus compañeros varones, pero con detalles que realzan sexualmente algunas partes de su cuerpo, como sus piernas con medias negras, culo y senos, todo "aprisionado" en las prendas de su traje, y para aún destacar más su individualidad, además suele llevar unas esterilizadas gafas negras que recuerdan a las actrices de cine de antaño.

—¡No tenemos pruebas suficientes para inculpar a Colón, necesitamos algo más para tirar para adelante! —Y de esta manera, con este planteamiento, inicia su intervención—. El video o la sesión de fotos, como se quiera llamar, está bien; pero no vale como prueba, está hecha automáticamente y sin la intervención directa de ningún funcionario autorizado por un juez… ¡Lo dicho… No sirve como prueba concluyente que relacione a Colón con los hermanos Pinilla. Lo dicho… ¡Necesitamos algo más! 

—¡”Algo más”! ¡No te basta con Ángeles! Su testimonio debe de valer para reputar la validez de la cinta... —exclama el periodista muy cabreado.

—¡Escucha Diego!, esto no es sólido, el testimonio de Ángeles no es suficiente, está demasiado comprometida en todo, nos lo invalidarían en el juicio; y la cinta…, ¡un buen abogado defensor, puede decir que está trucada!; hay que reconocer que es poco profesional.

—¡Ribas te pasas de lista!... Olvidas que Colón, cuando se vea cercado, puede cantarlo todo.

—Puede ser, pero también puede que no....

—¿Qué es entonces lo que necesitas?

—Ángeles debería de nuevo entrevistarse con Colón, hacerle hablar, que confiese que ha sido él quien los contrató. Nosotros estaríamos grabando la conversación y, con esta prueba me atrevo a tirarlo para adelante.

—¡Ribas, esto no es una película de James Bond! —mostrando Diego su rechazo a este en apariencia “peliculero” plan de la fiscal.

—¡Saldrá bien, ya lo hemos hecho otras veces!

—¡Yo estoy dispuesta!... —interrumpe Ángeles, la mujer quiere terminar con todo sea como sea, aunque peligre su vida.

—¡Cómo algo falle… el Colón te matará! —le advierte Diego con la intención de quitarle de la cabeza el participar de esta manera en la trampa. A lo que responde:

—¡Estoy harta de todo esto, cuando antes acabe mejor!

Aguilera, que hasta el momento ha observado y callado, se hace oír:

—¡Diego deja a la chica!, si ella está dispuesta, no veo donde está el problema. Además tú no vas a estar.

—¡Aguilera, si yo no voy, no hay trato!

—No te preocupes Diego, yo quiero ir, no pasará nada, en todo momento… por lo que parece, me estarán escuchando.

—¡Ya la has oído! —afirmando— ¡Todo va para adelante!... ¡No se hable más…!


…Transcurridas unas horas, ya de noche, Benito Bestard recibe en la entrada de “La Tarántula” la visita de Ángeles.

—¿Está tu jefe?

—¡El señor Colón está en la oficina, si quieres verlo, ya sabes el camino!

El jefe de seguridad, no es tonto y se ha percatado del nuevo lazo que hay entre los dos. Ángeles va directamente al lugar, sin llamar, abre la puerta:

—¡Hola como estás! —cómo si no hubiera pasado nada en absoluto.

Colón está furioso, los ojos le brillan, más astutamente, disimula su enfado y opta por hacer ver que no le da ninguna importancia a su desaparición:

—¡Hola Ángeles! ¿Dónde has estado todo el día?, he pasado por el apartamento y, ¿pensaba que te habías marchado?

—¡He ido de compras, tal como me dijiste!

No lejos del sitio, en una furgoneta azul aparcada a unos metros de la entrada del lugar. En su interior, están algunos de los personajes de la reunión en el despacho de Aguilera. Escuchan y graban la conversación entre los dos, al tiempo que se van imaginado lo que está sucediendo en esta reunión entre Colón y la mujer.

Diego ha sido sustituido por un técnico, que dirige la recepción de sonido, procedente del micrófono oculto que lleva Ángeles; Todos escuchan por un pequeño altavoz:

«—¡Bueno siéntate!, ¿qué quieres tomar?

—¡Tú ya sabes que solo bebo agua!

—¡Sí, perdona! ¿Te acuerdas de anoche?, ¿fue aquí mismo?

—¡Sí!, pero no pienses que soy virgen! No es la primera vez que tengo un orgasmo.

—¡Ya, me lo supongo! ¡Ven conmigo que te quiero enseñar algo que tengo en la bodega!

—¿En qué bodega?

—¡Sí! ¡En la de aquí!, está justo debajo de nosotros, ¡vamos!».

La pareja sale de la oficina, Colón coge por el brazo a Ángeles, como manera de dirigirla y de sujetarla, no le vaya a dar por largarse. Cruzan un pasillo próximo a los aseos y tras abrir una puerta que hay frente a ellos, se encuentra una escalera metálica de caracol, que acaba en el sótano del lugar:

«—¡Agárrate que esta escalera es muy jodida!... clumclim.. gring… piiii…».

En la furgoneta azul, por el altavoz se empiezan a entrecortar las últimas palabras de Colón…

—¿Qué ocurre? —pregunta sorprendida la fiscal Ribas al técnico.

—Debe ser la estructura, que crea interferencias.

—¡Arréglalo que no les perdamos ahora!

—¡Ya hago lo que puedo! —contesta el técnico al tiempo que va tocando botones de una especie de aparato receptor.

Por suerte, de nuevo se escucha la voz de Ángeles:

«—¡No sé cómo podéis bajar las cajas por aquí!

—Las bajan por un montacargas..., gring… clumclim…».

Y de nuevo se pierde la voz, unido a un ruido similar a un pitido…

En la furgoneta aparece el nerviosismo entre casi todos los presentes.

—¿No convendría que fuéramos?

—¡Qué dices, lo que tenemos no vale para nada! —aclara la fiscal, justificando con estas explicación que no se intervenga en auxilio de Ángeles— ¡Deja al técnico que arregle la frecuencia... o lo que coño sea!

—¡Deberíamos entrar Colón es capaz de matarla! —Ponce insiste.

El juez Aguilera, hasta ahora callado, dejándole el protagonismo de la operación a la fiscal Ribas:

—¡Qué coño le va a hacer! ¡Espera que salga de la mierda de la bodega y verás como de nuevo los escuchamos por el altavoz!

Mientras, Colón ya en el descansillo del final de la escalera, abre un puerta semi blindada de color gris, de las que se usan como contraincendios. Pulsa un interruptor que hay justo a la derecha y, dentro de la bodega, en dos golpes se encienden unos tubos fluorescentes que iluminan el recinto.

«—¡Pasa Ángeles!

—¡Pues sí que hay botellas! ¿No será esto lo que me querías enseñar?

—¡Tú no estás siendo buena conmigo!, yo te ayudo con dinero, te doy mi cariño... ¡Y tú me engañas!

—¿Por qué me dices todo esto?, yo no te he engañado. —Ángeles demuestra tener aplomo y seguridad.

Pero para su sorpresa, Colón introduce su mano derecha en el costado izquierdo y, de ahí saca una pistola de la marca “Star”, del nueve largo. La visión del arma, hace que Ángeles pierda la serenidad que hasta el momento ha mantenido:.

—¡No hagas tonterías Colón, te van a oír desde fuera!

Sin contestar, anda unos pasos y cierra la puerta metálica, meticulosamente pone el pestillo interior de la cerradura.

—¡Ahora no se oirá nada!».

Mientras ocurren estos acontecimientos en el sótano, en la planta superior, justo en la entrada, aparecen decididos dos personajes.

—¿Dónde vais...?

Es la señal de alto del vigilante Quiñonero, que ha sustituido a su jefe, que pese a conocer a uno de ellos, los para. El que está con Diego, saca de su bolsillo trasero una cartera, la abre y se la pone a un palmo de los ojos del vigilante...

—¡Soy Antonio Sanchís, policía!

Ante la visión de la placa, Quiñonero se aparta, dejando de obstaculizar la entrada de los dos hombres.

Ya en el interior de la discoteca, los dos recorren con su mirada la sala, no encuentran a la persona que buscan. Pero sí se les acerca una cara familiar...

—¿Qué te pasa Diego, qué coño quieres?

—¡Mira cabrón, dime donde está la chica!

—¿Qué chica?

—¡La morena, lo sabes muy bien Benito!

Benito ante la firmeza de Diego, le indica que la mujer ha bajado a la bodega con Colón; señalándole el lugar.

Rápidamente Sanchís y Diego van hacia el lugar indicado, llegan al principio de la escalera y casi volando bajan sus estrechos peldaños.

En el interior, Colón encañona con su “Star” el cuerpo de Ángeles. Su dedo está a punto de apretar el gatillo....

—¡Tus días de putilla han terminado!

—¡POM, POM......!  —¡Abre cabrón, abre la puerta!

Colón despistado por el ruido de los golpes en la puerta y la voz que proviene desde afuera. No acaba de apretar el gatillo. Duda, no se decide. Los golpes en la puerta continúan: —¡POM, POM…! ¡PAM… PUM…!  

Al final opta por guardar de nuevo la “Star” en su funda. Cierra uno de los botones de su chaqueta y, tranquilamente anda unos pasos y abre la puerta, al tiempo que se separa. Sanchís y Diego entran con fuerza.

—¡Gracias a Dios que has venido! —exclama la casi víctima.

—¿Qué te ha hecho éste cabrón Ángeles? —el periodista está dispuesto a todo.

—¡Me iba a disparar, tened cuidado lleva un arma! —advierte la “Morena”.

A lo que el policía Sanchís se acerca a Colón, le abre la chaqueta y localiza el arma. Con su mano derecha la saca de su funda, al tiempo que...;

—¡Quedas detenido Colón, date la vuelta!

—¡No tenéis pruebas, es mi palabra contra la de ella, no sabéis con quien os metéis! ¡Conozco a gente que me sacaran en unas horas…!

—¡Lo sabemos muy bien!

—¿Te gusta la chica eh...? —intentando Diego provocarle.

—¡No es más que una putilla, yo me la he jodido cuando he querido!

—¡Tú no sirves para joder!, ¡sólo vales para comer coños, lo tuyo son los maricas!, ¡como la pobre "IVONNE"!

—¡Diego eres un hijo de puta!, ¡te mataré!, ¡te mataréee...!

—¡Me parece que no!, anda sal y sube, que te espera una buena temporada en la sombra, allí no te faltará de nada.

Hecha esta premonición, Sanchís le coloca las esposas:   —¡CLICK!... ¡CLICK…!

Y a pequeños empujones, le hace subir la escalera a Colón. Le siguen Diego y Ángeles. Arriba les espera Benito Bestard:

—¿Dónde vas con el señor Colón?

—¡Quítate de en medio… o te llevo también a ti!

En la furgoneta, de nuevo vuelven a escuchar lo que sucede, el sonido ha vuelto:

—¡Juez Aguilera, si me está escuchando, esto ya se ha terminado, soy yo!

—¡Me cago en la leche, es la voz de Diego, vamos!... ¡Avisa a los coches que entramos!

De los furgones salen los policías...

A los segundos, de dos coches aparcados en la calle de “La Tarántula”, salen policías uniformados que corriendo se dirigen a ella…

Quiñonero esta vez no se atreve a obstaculizarlos, hace algo más práctico, desde un cuadro de luces pulsa los interruptores. La discoteca se ilumina.

—¡Para la música, policía! — Ordena uno de los que han acabado de entrar.

El nuevo disc jockey, sustituto del malogrado melenas rubio, preso en la casa de Colón, obedece e inmediatamente para el sonido, que unido a la luz, dan una nueva apariencia a la sala.

El mismo policía de la orden, ahora se dirige al compañero que ha reconocido:

—¿Sanchís, qué haces tú aquí?

—¡Toma, llévate a éste tío!

—¡Alto! ¡Aquí mando yo, que para eso soy el juez! ¡Diego!, ¿dónde estás?

—Está allí con la chica. —señalando Sanchis a la pareja.

A lo que Aguilera se dirige hacia donde está, al tiempo que gritando exclama:

—¡Lo has jodido todo!, ¡te voy a meter en la cárcel y no vas a salir en tu puta vida!

—¡Tranquilícese amigo Aguilera...! —manera curiosa de contestar la del periodista.

Al tiempo que Quiñonero acompaña hacía ellos, a un hombre trajeado, con el pelo blanco, de unos sesenta años—: ¡Aquel hombre que viene se lo explicará!

—¡Vamos a ver....! ¿Quién es Vd. y que pinta aquí? —sorprendido el juez ante la presencia de ese desconocido, lo primero que quiere saber es con quién trata:

—Soy el Magistrado Servera, de la sala quinta de la Audiencia Nacional, compañero de Vd., si me acompaña, le explicaré todo este asunto y la situación actual...

Aguilera, como “perro viejo” que es, cambia instantáneamente de aptitud, y muestra respeto hacía su superior:

—¡Perdone, vamos donde Vd. diga, compañero!

Los dos hombres de leyes, se alejan hacia un rincón de la sala. Colón se ha derrumbado, no pronuncia palabra, el abatimiento se nota en su rostro.

—¡Bueno Diego…!, tanto yo, como Ribas, creo que nos merecemos que nos expliques lo que ha pasado. —Solicita su amigo Ponce.

—¡Sí, ahora os lo contaré!, pero antes de que se lleven a Colón, ¡tengo que hacer una cosa!

Dicho esto, Diego apresuradamente sale de la sala, antes de un minuto aparece de nuevo en compañía de otro hombre.

—¡Vamos Barnaby date prisa!

Los flashes de la cámara de Barnaby se disimulan con la iluminación.

—¡Hazme una… que se me vea sólo con él Colón, que se note que lo detengo!

Barnaby hace la foto, que dentro de unas horas será la portada de la edición especial de "EL PRIMERO DEL DIA".

—¡Venga Sanchís deja que me lo lleve de una puta vez! —Indica el policía y compañero de Sanchís; y un poco celoso por su protagonismo.

—¡Ya está, tengo suficientes! ¡Me voy corriendo, Dolores lo está esperando!

—¡Dile que todo ha ido bien!

—¡De acuerdo Diego, se lo diré!

El reportero sale con prisas de “La Tarántula”, toda una edición especial le está esperando.

—¡Y ahora, después de la sesión fotográfica!... ¿Nos contaras de una puta vez que es lo que pasa? —ya no disimulando su enfado.

—¡Sí Ribas!, y no te preocupes que, tu nombre saldrá también en "EL PRIMERO".

…Cuando os he dejado, en vista de que Aguilera no quería verme por aquí, he ido a ver a Dolores, mi ex y directora del periódico.

En su despacho, sorprendentemente estaban esperándome, el Magistrado Servera de la Audiencia Nacional, que es este hombre que está con Aguilera. Acompañado por Antonio Sanchís, que pertenece al grupo quinto y adscrito a esta investigación que se ha realizado en combinación con la Interpol.

Me “invitaron” a que les contara todo lo que sabía, gran parte de ello ya lo sabían por Dolores, así que les conté todo el asunto; el otro juez tuvo otra opinión sobre las pruebas, de hecho, cuando aparte del testimonio de Ángeles, les dije y enseñé una copia de la cinta; creyó que era suficiente para completar la investigación. Que a nivel europeo estaban realizando del previsible incremento del tráfico de cocaína, principalmente en las zonas costeras. Y como yo ya presumía, iban entre otros, detrás de Colón —aquí aprovecha el periodista para tirarse flores—. Sanchís, el policía, había acabado también de completar y entregar su informe relativo al "Carnicero", y ya había llegado a la conclusión de que había sido contratado por Colón. Ante toda esta información, el magistrado había decidido unificarlo todo en una sola causa.

—¿Y qué hacía el Magistrado de la Audiencia con Dolores? —interrumpe la fiscal, queriendo averiguar hasta donde llegan los “tentáculos” de la directora.

—¡Ah sí! A mí también me sorprendió que estuviera con Dolores, pero al parecer, aparte de ser amiga del Magistrado Servera, le estaba facilitando una información vital en la operación. ¡Y el resto ya lo veis!, ¡por fin vamos a meter en la cárcel a éste cabrón de Colón!

Además en estos momentos, se está procediendo a la detención de los individuos que, han acudido al puerto a recoger un container que contiene el envío de la cocaína. Veremos hasta donde llegan las detenciones y que cantidad de coca han decomisado… ¡Pero se creé que es un envío muy grande! 

Colón que está escuchando las explicaciones de Diego, no contesta, parece ausente de todo, su castillo de naipes se ha desmoronado. Más intenta pensar quién y de donde ha venido el “soplo” que, ha enviado a la mierda su planeado envío. ¡En los días venideros seguro que lo sabrá…!

—¡Llévate ya a éste tío!, ¡que ya le toca dormir entre rejas…! —Indica Sanchís.

Y ahora sí, su compañero sujeta a Colón por su brazo y lo saca de su discoteca.

—¿Y por qué no nos dijiste que estaban pendientes de este envío de cocaína?

—Porque como estaba todo de turbio... ¡No me fiaba ya de nadie! ¡Además faltaban aún atar muchos cabos sueltos.

—¡Y a mi cariño...! ¿Qué me van a hacer? —pregunta Ángeles, interesándose por su futuro, como es lógico.

—¡Tú estás libre!, no van a presentar cargos contra ti. Durante seis meses estarás bajo mi responsabilidad, así que... ¡Vamos a casa a preparar una de esas pechugas de pollo que también haces!

Diego coge a Ángeles por la mano, y juntos se marchan de “La Tarántula”.

—¡Vaya pájaro que está hecho el Diego! —comenta la fiscal Ribas.

—¿Estás celosa? —pregunta Javier Ponce.

—¡No digas tonterías, Diego está acabado! Perdió su oportunidad de subir un peldaño y dirigir un medio a nivel nacional, cuando escribió el libro del golpe de estado. Con ello se granjeó muchos enemigos.

—Tuvo los cojones de poner nombres y apellidos. —puntualiza Ponce en defensa de su amigo.

—¡Sí, pero ya ves para lo que ha valido!, al final no los pudieron inculpar y meterse con “Monte”, como hizo, es muy peligroso. No olvides que él desde el Banco controla muchos medios.

—Sí, tengo entendido que hasta ha comprado la cadena TELSTAR.

—Y esto de hoy, ¡no es nada.!, ¡un mero caso más, que en dos días estará olvidado. —Queriéndole quitar importancia a la operación de desmantelamiento de la red de tráfico de drogas en Europa.

—Pero gracias a él hemos esclarecido todo esto.

—¡Dejémoslo y vámonos a dormir!, ¡que mañana me espera un buen día!

Cuando los dos se acercan a la pareja de jueces para despedirse, Benito Bestard se cruza en su camino...:

—¡Javier me gustaría explicarte...!

—¡Benito quítate de mí vista!, ¡nada más me faltabas tú esta noche!

—¡Es que quiero hablarte!

—¡Te he dicho que te vayas a tomar por culo, olvídate de que existo!

Dicho esto, siguen caminando, Benito no insiste, demasiado bien parado está saliendo, al menos de momento…

—¡Joder Javier!, ¿qué te ha hecho éste tío? —le pide Ribas.

—¡Fue el cabrón que me sacó de la carretera!

 —¿Y qué vas a hacer con él?

— De momento dejarlo, con la movida de esta noche, creo que ya hemos tenido más que suficiente.

—¡Disculpe Aguilera!... Si no ordena lo contrario, nosotros nos vamos ya.

—¡A sí Ribas! ¡Podéis iros, yo me quedo con Servera!

—¿Se va a quedar mucho tiempo?

—¡No te preocupes Ponce!, mañana puedes llegar un poco más tarde....Yo ahora me iré con el compañero a tomar una copa por ahí, tenemos muchas cosas de que hablar y me tiene que poner al día sobre muchos asuntos….

—De acuerdo Aguilera, ¡hasta mañana!

FIN DEL CAPÍTULO XIII

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