Capítulo XIV - LA VERDAD SOBRE IVONNE

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO XIV

LA VERDAD SOBRE "IVONNE"

...Pasadas las horas del resto del día sin novedad, por la mañana del otro día, en casa de Diego suena su teléfono...:

—¡TIROLALILO…! ¡TIROLALILO…!  — ¡Siii...! ¿Quién perturba mi paz?

—¡Venga ya está bien de dormir levántate y ven al juzgado!

—¡Coño Javier! —Diego ha reconocido la voz al instante—. ¿Qué pasa ahora?

—¿Qué pasa cariño? —procedente de una voz femenina.

—¿Estás con Ángeles? —Ponce enseguida ata cabos.

— Sí, yo cumplo lo que me ordenó el Magistrado Servera...

—¡Ya veo!, espabílate y procura estar a las doce, que sobre esta hora nos traen a Ernesto Hidalgo (el novio desaparecido de la “Ivonne”) desde la Comisaría.

—¡Allí estaré! Por cierto, ¿me dejará estar presente Aguilera?

—Me ha dicho que sí, ¡está muy suave!

—¡Me alegro, y ahora déjame aprovechar estas horitas! —¡CLICK...!


…A las doce y cinco, en el despacho del Juez Aguilera es presentado Ernesto Hidalgo.

—¡Pasen, que se siente en aquella silla! —Es su costumbre, no puede estar sin dar órdenes, aunque en la mayoría de ocasiones, sus mandatos ya se presuponen por lógica, pero esto no corta al juez.

En el lugar están presentes además, la fiscal Ribas, Javier Ponce, Diego y un auxiliar sentado frente a un ordenador.

—¡Vamos a ver, diga su nombre y lugar de nacimiento!

—Me llamo Ernesto Hidalgo Bermúdez... y nací en Alcantarilla, en Murcia. —todo dicho con voz amanerada.

—¿Y qué edad tienes hijo mío?

— ¡Tengo la edad de Cristo...! —a lo que pregunta el juez, un poco desconcertado por la tranquilidad y el tono jocoso del interrogado:

—¿Y eso cuantos años son?

—¡Pues treinta y tres! ¡Cuántos van a ser!

—¿Conocía a Manuel Gómez Cortés, más conocido por "IVONNE"?

Ante la pregunta, Hidalgo abandona su tranquila postura y de sus ojos brotan gotas de lágrimas. Sin poderlo evitar se pone a llorar.

Me llamo Ernesto Hidalgo Bermúdez...

Aguilera interrumpe su interrogatorio, dejando que el hombre de desahogue… Pasados unos minutos— ¡Vamos a ver Hidalgo tranquilícese!... Repito... ¿Conocía a "Ivonne"?

—¡Sí, la conocía muy bien!

—Escriba que el detenido conocía a la fallecida… ¡Ponga mejor al fallecido! ¿Cuéntenos todo lo que sepa?

Ernesto se centra en narrar los últimos hechos que describen su relación, creyendo que en el fondo es lo que desean averiguar los presentes:

—Aquella noche, "Ivonne" me dijo que fuera un poco más tarde, que llegara a la hora de cenar… Hice tiempo dando vueltas como un tonto por el “Parque del Mar”, y ya cansado me dirigí a mi casa, cuando iba a coger el ascensor, ¡me encontré con el animal de Benito...!

—¿Benito Bestard, él que trabaja en “La Tarántula”?

—¡Diego tú cállate, aquí quien pregunta soy yo! ¡Que para eso soy el juez!

—¡Sí, el animal ése! —corrobora quien era la persona.

—¡Siga! ¿Y qué sucedió?

—¡Pasó junto a mí, yo no le dije ni buenas noches!... ¡Me extrañó mucho verle, y más después de lo que hizo!

—¿Qué es lo que hizo el Benito éste...? —continuando interrogándolo el juez.

—El día que celebrábamos mi cumpleaños en “La Tarántula”; se llevó a la "Ivonne" a los aseos. ¡Con la excusa de que tenía un regalo para ella!

Y allí el hijo puta de él… ¡Hizo que "Ivonne" se la chupara…! Cuando me lo contó mi "Ivonne"... ¡Yo le dije!, ¿qué por qué no le dio un mordisco?, ¡y así se hubiera quedado sin polla el cabrón de él!

Pero "Ivonne" me dijo que tuvo miedo.

—¡Bueno, deje de contarnos cosas íntimas y vallamos al grano!

—¡Ha sido Vd. quien me ha preguntado! —exclama con énfasis el interrogado.

—¡Vale....! ¿Qué hizo cuando llego a su casa?

—Cuando entré, fui hacía nuestra habitación. "Ivonne" me estaba haciendo las maletas, yo le pregunté:

«¿Qué estás haciendo cariño?». —y ella me contestó:

«¡Ya ves, te preparo las maletas!». —sin darme más explicaciones. 

«¿Pero qué es lo que ocurre?, ¿qué he hecho yo?».

—Antes de contestarme, del bolsillo de su bata me sacó un papel doblado:

«¡Toma lee!...»

—¡Cogí el papel!, y resulta que eran los resultados de un análisis de un laboratorio... Yo no entendía nada, me dejó helada:

«”Ernestico"» —como me llamaba ella— «¡Tengo el Sida…!».

«¡No estoy dispuesta a irme muriendo poco a poco…!, ¡viendo como mi cuerpo se estropea!».

—No hizo falta que me dijera nada más, conocía muy bien a "Ivonne", aunque me ganara de años, éramos como hermanos.

Pues eso, me dio las maletas y un sobre con el dinero que teníamos ahorrado, y me dijo:

— «¡Vete ahora, y no digas ninguna palabra!».

—Cogí las maletas y llorando salí de casa, quería hablar con ella pero mis palabras no salían de mi boca...

Ernesto cuando acaba de contar la historia, no puede evitar de nuevo ponerse a llorar. Los presentes, con un gran silencio comparten por unos minutos el dolor de aquél desdichado.

—¡Bueno Ernesto, puede retirarse! Vaya con el auxiliar y firme su declaración, luego puede marcharse… ¡Y ustedes también se pueden marchar, Ponce este asunto lo das por terminado!

Los presentes, extrañados por la rapidez de tal decisión por parte del instructor, obedecen las indicaciones del juez Aguilera… Y ya en el pasillo:

—¡Coño con Aguilera, al final va a resultar que tiene corazón! —se manifiesta Diego.

—Su hijo murió el año pasado de Sida... —aclara Ponce—. Un buen día descubrieron que era seropositivo y en menos de cinco meses se murió, lo pasó muy mal, era su único hijo. ¡Desde entonces le cambio el carácter!...

—¡Vaya Javier no lo sabía!

—¡Hay hijo, hay tantas cosas que no sabes! —le recrimina la fiscal.

—¡Oye Ribas, no sé qué coño te pasa conmigo, yo siempre te he considerado mi amiga!

—¡Pues bórrame de tu lista!

—Pero, ¿qué coño te he hecho yo Ribas?

—¡Oh qué no me has hecho! ¡Tu manera de ser me crispa, un día eres todo caso y al siguiente, prácticamente ni saludas!

Las personas tenemos nuestros sentimientos y, nuestras necesidades.

—¡Pues me dejas de piedra!, no era mi intención disgustarte, ¡ahora que lo sé, estaré más pendiente de tus necesidades...!

—¡Ves, ya empiezas con tus ironías! Sabes que te digo, que cuando estés "libre" de tu nueva "putita", me llamas, quedaremos y en privado ¡Nos conoceremos mejor y en todos, todos los aspectos!

Diego por una vez recibe su propia medicina, su calenturienta mente rápidamente se hace una película, como es su costumbre; y por supuesto en este caso en vista de su proposición, “porno". A lo que no se le ocurre más que contestar: 

—¡Muy bien!... ¡Tomo nota!

—¡Bueno, dejar de "tiraros los tejos", que yo estoy casado. ¡Vamos a tomar una cerveza los tres! —propone Ponce.

—¡Id vosotros, yo ya he mostrado mis cartas… y necesidades...! —aclara la fiscal y continuando con su particular desafío al periodista, le está gustando verlo en esta situación y descolocado.

Javier no deja contestar a Diego, lo sujeta por el brazo indicándole que deje ya el asunto así. Y para que se calmen los ánimos y baje la “temperatura ambiente”, amistosamente hace que le acompañe al “barito” de Luis y Miguel, cosa que hace…

Al poco rato, ya dentro del chiringuito:

—¡Venga Diego, déjalo ya! ¿Qué quieres tomar?

— ¡Que dices!, ¡no puedo dejar de imaginarme las posturitas que le voy a hacer a la letrada! —El Diego va lanzado, más que nunca lo haya visto nunca su amigo. Quien para ya cortar con el "rollo" porno, le sugiere su acostumbrada bebida de los mediodías:

—¿Qué quieres, un gin tónic?

—¡Venga, que me ponga un gin tónic! —Diego corriendo “un tupido velo”, acepta la invitación.

—¡Luis pon una cerveza y un gin tónic de "Beefither"!

—¡Pero has visto como le gusto! ¡Y nunca me lo había dicho!

—Yo tampoco me lo esperaba, pero, ¡déjalo ya!... Hablemos de lo del Hidalgo de los cojones —Volviendo a la causa que le preocupa—. Si "Ivonne" murió de sida en aquellas fechas, también se lo habrá contagiado a Benito Bestard...  

¡Y joder, también a Bartolomé Colón!

—¡Déjame que recapacite!, que ponga en orden los hechos —recapitulando—. La "Ivonne" le pasó el sida a Benito la noche de su muerte, que con bastante sangre fría lo citó en su casa y allí, en esta ocasión, fue ella quién se lo "tiró" como venganza por lo que le había hecho, y bien se debió de asegurar de contagiarlo con el virus. Y lógicamente también, por esta regla de tres, se debió de preocupar de contagiárselo a su falso "novio", el amigo Bartolomé Colón.   

¡Pues ya ves, a todo cerdo le llega su San Martín!

Esta noche voy a ver si localizo a Benito y le doy la noticia.

—¡Cojonudo...! Pero tendrás que ir tú solo, yo con sólo verlo, se me revuelven las tripas..., ¡y soy capaz de cualquier cosa!

—¡Bien!, pero mañana vamos a la prisión a ver a Colón. ¡Y le damos también a él la “buena nueva”!

—De acuerdo, yo lo preparo. —ofreciéndose para coordinar la visita.


…Por la noche, Diego acude a “La Tarántula”, en el coche le espera Ángeles, le ha sido imposible convencerla para que se quede en casa; está descubriendo que es una mujer excesivamente celosa, pero en contrapartida, en la cama es muy buena, está dispuesta a todo tipo de juegos sexuales.

La discoteca está con los letreros y casi todas las luces apagadas, solamente se ve la barrera de la entrada medio abierta y frente a ella, a un hombre uniformado. Es Quiñonero, el vigilante, que le sale al encuentro...:

—¡Coño, pensaba que te habías quedado sin curro!

—¡A mí los maderos no me dan miedo!

—¡Ya veo que eres muy valiente! ¿Esta tú jefe?

—¿Qué jefe?

—¡Benito, quién va a ser!

—¡Ah bueno...! Benito está dentro. —Haciéndole ademán de que queda autorizado a pasar. Ya en la sala y nada más entrar, un conocido suyo se le acerca:

—¡Caray Trinarejos!, sí que te has dado prisa en heredar, no has esperado a que se muera. 

—Colón y yo somos socios, esta discoteca en una gran parte también es mía.

—¡Pues procura no acabar como tú socio!

—Ya te dije que nosotros tenemos unas reglas. —Siempre que puede hablando con un tono suave.

—¿Incluyes en “tus reglas” el irse cargando a la gente?

—En todo esto, yo no he tenido nada que ver, tú sabes que no es mi estilo. Además, el primero que te avisó fui yo, te advertí que Colón había perdido los papeles.

—¡Te voy a devolver ese favor Trinarejos!

—No tienes ninguna necesidad, en el fondo tú y yo somos iguales...

—¡A mí no me compares con una rata como tú!, tu vendes veneno a la gente y a mí eso no me va. —En esta ocasión el periodista no se calla y le suelta lo que en verdad piensa de él.

—¡Ellos lo compran porque quieren, a nadie se le obliga!

—¡Ya, ya…!, ¡vayamos a lo que te interesa!... Colón tiene un sida galopante, el día menos pensado le matará... ¡Y yo me alegro, por hijo de puta!

—¿Cómo lo sabes Diego?

—Pues muy sencillo, como tú sabes, el maricón de tú socio —ahora ya lo clasifica sin ningún pudor—, se tiraba a la rubia que conocíais como la "Ivonne"; ella se suicidó porque se enteró que lo tenía, se hizo unos análisis y le dio seropositivo. Así que, tu socio está listo, esto explicado de manera escueta, como a ti te gusta.

—¡Me cago en diez! ¿Se lo habéis dicho ya? —pregunta hecha con un fin.

—¡No aun no lo sabe!... Mañana iremos a la prisión a darle la buena noticia.

—¡Esperad a que yo vaya antes!, tenemos muchos asuntos juntos, antes de saberlo convendría que me firmase... unos documentos.

—¿Y qué me das tú a cambio Trinarejos?

—Pídeme lo que quieras.... ¡Sin pasarte!

—Quiero que me confirmes o no, que el doctor Mirinda no está metido en... ¡tus negocios...!

—Lo que me pides me puede comprometer mucho.

—¡No te preocupes que no le voy de momento a tocar!

—Recientemente, sí se ha interesado, por mediación de su director contactó conmigo, estaba interesado en colocar una fuerte cantidad... Unos seiscientos mil euros, es una cantidad poco usual. ¡Pero hasta la fecha no lo ha confirmado! Para mí que no disponía del dinero, o al menos es lo que parece; A raíz de su interés, y como es nuestra norma, averiguamos como iban sus financias y estaba más seco que el “mojama”. Vamos que tanto su clínica “Domingo” de pijos, como lo del equipo de futbol, están endeudados y quebrados. Éste lo que estaba, y debe de estar, es buscando dinero rápido. Si vas a hacer algún negocio con él… ¡Vete con mucho, pero que mucho cuidado, amigo Diego! 

—¡Será cabrón! A mí me ha mentido como a un chino. Incluso me lo he llegado a creer, con esa carita que pone de no haber roto nunca un plato.

—¡No te vayas a ir de la lengua, que me la juego! ¡No por el doctor, que me importa una mierda!, es por los otros inversores…, ¡no sea que me retiren su confianza… y su pasta! 

—¡Tranquilo Trinarejos!, eso no va conmigo, lo que a mí me interesa es saber de dónde coño saca la pasta este cabrón; y estoy muy cerca de averiguarlo.

—¿A qué te refieres?

—¡Nada cosas mías!

—Entonces... ¿Hay trato?

—¡Sí, Trinarejos!, hay trato, iremos sobre las tres, lo que tengas que arreglar lo haces antes. Y ahora perdona, pero quiero hablar con Benito Bestard.

—¡Esta allí, en aquella barra! Va de paisano, está noche no vamos a abrir al público, entre hoy y mañana, haremos un inventario de todo, ¡a ver que sale de limpio de todo esto! Y por la noche volveremos a abrir. —Al tiempo que lo señala.

Benito Bestard, Jefe de Seguridad

A lo que Diego cruza la sala, Benito al verlo se levanta bruscamente del taburete...:

—¡Qué hay cabrón...! ¿Bebes para olvidar?

—¡No me jodas Diego, yo siento tanto lo del Ibicenco como tú!

—¿Y lo de Javier, también lo sientes?

—¡Me obligó el cabronazo de Colón, no lo pensé! Aquí tengo un talón de seis mil euros para Javier ¡Tómalo!

Al tiempo que Benito saca de su bolsillo un talón doblado, Diego lo coge, lo abre y lo observa:

—¿Desde cuándo un desgraciado como tú tiene cuenta en el DINABANK?

—¡No es mío!, me lo ha anticipado Trinarejos.

—¡De acuerdo, me lo quedo y mañana se lo daré a Javier de tu parte!

—¿Quieres un "whiskyto"?

—No, tengo prisa... ¡Tómatelo tú!, que te va a hacer falta después de que oigas lo que te he venido a decir.

—¿Pero no acabamos de hacer las paces y quedado como amigos?

—¡Esto "de amigos" te puedes ir olvidando!, además se trata de otro asunto que te interesa, empezó en los aseos… y otro día continuó en un piso que te es familiar.

—¡No me asustes más!... Ya me bastó lo de anoche.

—¡Pues te aconsejo que te hagas las pruebas del sida!

—¡No veo porqué!... ¡Te crees que soy un putero como tú, yo soy fiel a mi mujer!

—¡Sí... sí... muy fiel eres tú! ¿Y la mamada que le obligaste hacer al travesti?

—¿Cómo sabes tú eso?

—¡Sé esto y mucho más!... ¡El día que murió "Ivonne", había estado jodiendo contigo!

—¿Cómo puedes saberlo?—admitiéndolo y sorprendido por ser conocedor de ello el Diego— ¿Habéis encontrado algo escrito que lo diga?

—Nos lo ha contado todo su compañero de piso, incluido el que "Ivonne" se suicidó de una sobredosis, porque tenía el “sida”. Cuando jodió contigo ya lo sabía.

—¡Me cago en diez!... ¡Hija de puta!... ¡Por eso no quería usar condón!

—¡Ya puedes cagarte, ya...! ¡Te dejo con tú sida, que con ello vas servido!

Benito no le contesta, para él es como si estuviera sólo. Sólo, pero con el virus…

Diego abandona “La Tarántula”, en el fondo sintiendo lástima hacia el desgraciado de Benito, cuando sale...

—¡Vete despidiendo de tú jefe, que va listo! —empezando ya a hacer “correr la voz”

—¿De qué te enrollas madero? —pregunta el vigilante.

—¡Que no te dejes dar por el culo por tu jefe, que te contagiará el sida! ¡Y además, yo no soy madero, soy el “Arcángel San Gabriel”, el comunicador de las noticias!

Alejándose de la disco y dirigiéndose a su vehículo; Quiñonero no ha entendido nada de lo que le ha dicho, pero lo del culo le mosquea mucho...

En el coche de Diego alguien espera impaciente su regreso:

—¿Por qué has tardado tanto?

—¡Le acabo de dar el propio pésame a un vivo!

—¿Explícame de que se trata?

Diego entra y ya de camino, le explica a Ángeles que Benito Bestard y Colón tuvieron relaciones sexuales con un travesti; que éste tenía el sida, además le cuenta que en la actualidad ya ha fallecido.

—¡Pues no le veo la gracia!

—¿Tú llegaste a joder con Colón?

—¡Nooo!, ¡lo más que me hizo fue comerme el conejo...!, ¡y no me lo recuerdes que me pongo de mala leche!

—De todas formas, deberíamos hacernos un día la prueba.

—¡Yo no me la hago, me da miedo!

—Ya hablaremos de ello, ahora cambiemos de tema, ¡vamos a cenar a un café teatro que han montado en la calle Talanguera!

—¡Hay que bien, nunca me han llevado a ninguno!


…Al rato, la pareja llega al nuevo local, los propietarios que son un matrimonio, los saludan efusivamente, Diego los conoce.

La dueña los sienta en una esquina cerca del escenario.

Sobre él, un hombre está hablando por el micrófono de OVNIS, el público le escucha al mismo tiempo que siguen comiendo.

—¿Qué os pongo? —pregunta la dueña, que como buena profesional, actúa como si no conociera los gustos de Diego de otras ocasiones en las que ha venido.

—¡Danos un variado de patés y quesos!

—¿Y para beber?

—Un vino Mallorquín, de Binissalem, que está muy bien.

—Sí, últimamente está saliendo mucho, la gente lo pide.

Comentado ello, no tarda mucho la dueña en regresar con la comanda, los platos ya los tienen preparados. 

—Háblame de tu marido... ¿Dónde lo conociste Ángeles?

—Lo conocí hace unos once años, yo era una niña, tenía dieciséis, él fue el primer hombre...

—¿Y tú que hacías?

—Trabajaba en una relojería de mi madre, un día entró y se quedó prendado de mí. Luego me dijo que había ido con intención de preparar un atraco, pero que al verme se rajó.

—Pues es de agradecer que no lo hiciera...

—A los meses, mi madre accedió a que nos casáramos, en el fondo yo la estorbaba, se había liado con un representante.

Nos fuimos a vivir a una mierda de piso, en las afueras de Barcelona.

Un día vinieron dos policías a decirme que lo habían metido en la cárcel, que era un asesino. Hasta hace unos meses que lo soltaron, iba una vez a la semana a verlo, así durante años.

—¿Y durante todo este tiempo de qué viviste? —interesándole conocer más sobre la vida de la “Morena”.

—Tuve varios trabajos de dependienta, pero me pagaban muy poco, no me bastaba para vivir. Al final me dieron el turno de día y..., ¡por las tardes trabajaba en una casa de citas!

—¡Coño, ahora entiendo porque eres tan buena en la cama!

Ángeles sonríe avergonzada, pero agradece el que Diego se interese por ella, y que con tono jocoso no le dé importancia a su pasado trabajo vespertino.

—¿Y no tenías miedo a que se enterara tu marido?

—¡Sí, mucho!, él siempre me decía que como trabajara de puta, ¡me mataría!

—¿Y por qué no lo enviaste a “tomar por culo”?

—¡Tenía miedo!, Antonio no tenía escrúpulos.

—¡Sí, ya se, era un loco!

—El disfrutaba cuando mataba a alguien, conmigo era un animal, yo siempre buscaba excusas para que no me tocara.

—¿Y ahora qué vas a hacer Ángeles?

—Cuando tú te canses de mí, con el dinero de Colón, montaré una papelería, confío en que me baste para vivir.

—¡Yo te echaré un cable!

—Te lo agradezco, no me apetece regresar a Barcelona.

—De momento estas en mi casa, y que puedes considerar la tuya, además, tienes que cumplir seis meses conmigo de condena.

—¡No creo que me aguantes tanto!

—¡Mientras jodas así de bien, puedes estar tranquila, mujeres como tú no abundan!

La pareja acaba su cena, y luego sin decir palabra y ansiosos, los dos regresan a casa de Diego, allí Ángeles le da una muestra de agradecimiento por la velada y su comprensión. Y ya que Diego sabe su anterior oficio, se pone a "trabajar" con su amante o mejor dicho, su mejor cliente, y piensa estar las horas que sean necesarias para hacerle lo que quizás ninguna otra mujer le ha hecho…

FIN DEL CAPÍTULO XIV

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