...Al otro día, a las ocho de la mañana, en una tranquila vivienda de las afueras, Diego está tomando un café con leche, es su desayuno habitual.....
—¡DING... DONG...! ¡DING... DONG...!
—¡Aba Torres! ¡Abre la puerta!
Ante tal alboroto, el periodista Diego Torres apura su paso y abre la puerta. Ha reconocido la voz procedente de fuera de su vivienda y hace lo que le dice el hombre. Ante él aparecen dos figuras, una conocida y la otra, no es humana, corresponde a un perro enorme.
—¡Coño Ibicenco! ¿De dónde has sacado este perro?
—¡Este perro es para ti!, pero déjame pasar de una puta vez que me has tenido toda la noche sin dormir.
El Ibicenco, con el perro asido por una corta cadena sujetada fuertemente con su mano, entra en la casa.
—¡No lo sueltes…! ¡Menudo “bicho”!
—¡Venga hombre, no tengas miedo, es un “Rotwailer” y está muy bien adiestrado!
—¡Joder, es que el animal infunde respeto!
—No es un animal, se llama Boni y a partir de ahora es tu guardaespaldas.
Sin admitir ningún tipo de rechazo a su presentación, por parte de Diego.
El Ibicenco da dos órdenes al perro:
—¡¡¡Sit!!!... ¡¡¡Down!!! —A lo que éste, primero se sienta y luego se tumba, permaneciendo quieto.
—¿Qué ha hecho la mili… en la legión, como tú?
—¡Aba Diego!, que Boni —Refiriéndose al perro— cuando se cabrea tiene mal genio.
—¿No me digas que me entiende? ¿También habla?
—¡Te va a sobrar tiempo para averiguarlo! A partir de ahora vas a ir con él, hasta para mear.
—¡No me jodas, que coño hago yo con un perro! Hay que sacarlo dos veces como mínimo al día; darle de comer…, ¡es un puta rollo!
—Boni te puede salvar la vida, y si alguien se te acerca con malas intenciones, le sueltas, él ya sabrá lo que tiene hacer.
¿No has visto sus colmillos? —Continuando “vendiéndole la burra”.
—¡Ya veo, parece un león! —Y Diego comprándola—. Por cierto hablando de leones... ¿Quién estaba contigo anoche, cuando te llamé por teléfono?
—Unas amigas mías...
—¡Seguro que eran dos putillas!
—¡De eso nada! Son dos azafatas a las que les va la marcha, y cuando hacen escala en la ciudad... ¡Nos montamos un numerito!
—¡Menudo vicioso que estas hecho Ibicenco, a ver si te acuerdas de los amigos!
—¡Mis mujeres son solo para mí y no las comparto con nadie!
—¡De acuerdo hombre! Y aparte del perro, ¿qué hacemos?, ¿no pretenderás que me quede aquí; esperando a que algún día Colón se decida a quitarme de en medio?
—¡No, tengo un plan!, vamos a provocarles para que se decidan y, cuando vengan les estaremos esperando.
—Ibicenco esto no me gusta, el hacer de señuelo no es lo mío.
—¡Confía en mí! Esta noche voy a ir a “La Tarántula”, le contaré a Benito Bestard que te he visto y que me has dicho, que sabes que era él quien conducía el coche que sacó a Javier de la cuneta. Y que además estáis convencidos de que tiene algo que ver con lo del travesti.
—¡No tragará, él sabe que somos amigos!
—¡Aba, da igual!, aunque no lo vea claro se quedará con el cante. Me aseguraré de que Colón me vea hablando con él.
—¡Ya veo cabrón!, tú idea es forzar a Colón a que se decida a actuar contra mí, ¡puede funcionar!
—¡Exactos...! —el Ibicenco se autoconvence del éxito que tendrá su plan.
—¿Y cómo sabremos quién vendrá a mandarme al otro barrio?
—Aquí es cuando interviene la tecnología, de las virguerías que hoy existen no tienes ni idea:
Aparcaré mi 4 L, que hace poco que he rectificado y actualizado, frente a la entrada de “La Tarántula”, dentro del coche colocaré una cámara dirigida hacia la puerta, es la única entrada que hay... ¡Y por cojones todo el que entre tiene que pasar por allí!
Diego, desconfiando del plan de su amigo, quiere aclarar varias dudas:
—Esta cámara, ¿tiene que tener muchas horas de autonomía para estar todo el día filmando?
—¡No te enteras! No hace falta todo el día, él que venga lo hará entre las dos de la tarde y las once de la noche, que es cuando abren a los proveedores.
Casi con seguridad, te diría que irá de ocho a diez de la noche.
—¿Por qué estás tan seguro? …Y además, ¿por qué se tienen que ver en “La Tarántula” y no en cualquier otro sitio?
—"Escuchas"; este tipo de trabajos se pagan al contado y por adelantado. No hay talones, ni letras, ni plazos. Se suele pagar entre diez mil y hasta en ocasiones los cincuenta mil euros. Pero en tu caso… ¡Si paga 10.000 €. es mucho!
El Colón no se fía de nadie y no querrá andar con esta pasta por un bar o una plaza, el único lugar donde se encuentra seguro es en su discoteca.
Por consiguiente.... amigo Diego, ¡el trabajito lo encargará allí!
Y ahora me marcho, sé un niño bueno y no salgas más que lo imprescindible y que Boni no se separe de ti; y aprovechas para iros conociendo los dos. ¡Aba, si te aburres, te haces un "solitario" con los cinco dedos! ¿De acuerdo Diego?
—¡Sí Ibicenco, seré bueno!
…Pasado las horas, el Ibicenco cumple lo dicho y siguiendo su plan, espera en la barra de “La Tarántula” la llegada de Benito, previamente ha preguntado por él a Colón, unido a un corto saludo entre los dos, no quiere estropear el plan hablando directamente a quién no tiene previsto.
Después de unos minutos, aparece y se le acerca el esperado, es lo primero que hace, se ve que Colón le ha dicho que le está esperando:
—¿Qué hay Ibicenco?
—¡Hola Benito! —En la ciudad, todos los que se “menean” un poco por ella se conocen más o menos.
—Me ha dicho el jefe, el Sr. Colón —Es costumbre de Benito localizar a su jefe antes de incorporarse a sus tareas—, que había un hombre preguntando por mí, pero al que menos me esperaba es a ti.
—¡Sí!, cuando he llegado, como no estabas, he preguntado por el propietario y me ha salido el "esmirriado" ése —Refiriéndose a Colón—. Y yo le he dejado el recado.
El Ibicenco, no quiere que sepa que él ya conoce a Colón, en otras ocasiones han mantenido alguna breve conversación banal y sin profundizar.
—¡Pues aquí me tienes! —Con tono provocativo.
—¡Mira Benito, conmigo no te hagas el chulo! ¡Qué sabes la mala leche que me gasto! —advertencia que acompaña acercándole su melón en señal de desafío.
A lo que Benito baja la mirada y abandona su estado beligerante:
—¡Venga Ibicenco, no te cabrees! ¿Qué quieres tomar que te invito?
—Un whisky “Bell´s”, sin hielo y con agua hasta arriba.
—¡Ricardo, pon un whisky “Bell´s”, sin cubitos y un agua! —dirigiéndose al barman— Y bien Ibicenco. ¿A qué se debe el honor de tu visita después de tanto tiempo? ¿Hay novedades? —Su instinto le dice que el tipo ha venido por algo grave.
—¡Diego está muy cabreado contigo! Sabe que fuiste tú, quien sacaste a Javier de la calzada cuando conducía su moto; y además, cree que tú te guardas algo con todo el asunto del "travestis" que encontraron muerto, ¿"Capiscas"?
—¡Vaya repertorio!, veo que te lo ha contado todo. Lo que no entiendo es porque me lo cuentas, ¿tú eres su amigo, no?
—¡Aba, por eso!, porque soy su amigo y no quiero que se meta en líos, el consejo que le he dado es que espere a que Javier Ponce se ponga bien y que luego hablen contigo. Las cosas ya han pasado y gracias a dios Javier está bien.
—¡Cuando salga Javier, me van a empapelar!, ¡sino antes…!
—Cuando salga Javier... ya hablaremos, entre todos le calmaremos, con certeza no te volverá a hablar en su vida, ¡aba!, no creo que la sangre llegue al río.
¡Además tu sacas dinero de donde sea y le compras una "motos" nueva!
—¿Y de dónde saco yo el dinero?.
—¡Lo pintas! ¡Es lo mínimo que te puede pasar teniendo en cuenta la barbaridad que hiciste!
—¿Y lo del travestí qué, a qué viene que me metan a mí por en medio?
—De esto, ¡no te preocupes! Si tú dices que no tienes nada que ver, no veo porque te hayas de preocupar… ¡Por qué tú no tendrás nada que ver!, ¿verdad?
—¡No qué coño, a "IVONNE" la conocía de aquí, pero nada más!
—¡Pues lo dicho! ¡Aba tú tranquilo!
Terminada la conversación, el Ibicenco se marcha de “La Tarántula”, asegurándose de que Colón, que durante todo el momento, ha estado vigilándolos desde un pequeño rincón en la entrada y medio “camuflado”; vea como sale.
Benito permanece en la barra pensando en todo lo hablado. Sin esperar, Colón rápidamente se acerca a él:.
—¿Quién era el moreno éste? —Refiriéndose al color de la piel del Ibicenco, morena, que hace pensar que es de procedencia marroquí; y no queriendo demostrarle que ya lo conoce un poco, para no poner "en guardia" a su empleado cuando le conteste.
—Es un conocido mío.
—¿De qué habéis estado hablando tanto tiempo?
—De nada, cosa nuestras.
—¡Ni cosas vuestras ni leches! ¡Pero tú te crees que soy gilipollas! ¿Cuéntame la verdad y no te enrolles?
—¡Pues bueno…! También me ha dicho que Diego sabe que fui yo quien saqué de la carretera a Javier Ponce, el de los juzgados… ¡Vaya, al que me mandó darle un buen susto! ¡Como dijo usted!
—¡Pero qué coño dices! ¡Y te quedas tan tranquilo! ¡Tú eres gilipollas!
¡No quiero que hables más con el moro éste, ni con nadie…! ¡Y olvídate del mierda de Diego, que de ése me encargo yo!
Y como si le “pitaran los oídos” al mencionar su nombre, en otro lugar, en la casa de Diego, no “pita”, pero si suena su teléfono:
—¡TIROLALILO…! ¡TIROLALILO…! —¿Diga...?
—¡Diego soy el Ibicenco! ¿Estás vivo aún?
—¡No! ¡Has marcado el número del cielo!
—El plan ya está en marcha, tanto el Benito, como el Colón han picado el anzuelo.
El Ibicenco disfruta de que todo se desarrolle de acuerdo con lo programado.
—¡Venga Ibicenco!, ¿cuenta detalles?
—¡Aba, pues nada, todo ha ido como yo te dije! —Sin disimular su satisfacción.
—¿Te ha visto el Colón?
—No nos ha quitado ojo de encima, después de salir, he vuelto asomando la cabeza, y el cabrón del Colón ya estaba con Benito dándole al pico.
—¡Pues nada, ahora a esperar!
—¡Eso es!, por cierto, ¿Ha cenado el Boni.?
—¡Sí!, le he dado un "entrecot". —Con tono irónico.
—Veo que os habéis hecho amigos.
—Sí, nada más falta que lo meta en mi cama.
—¡A ti…!, con lo fuerte que vas, ¡te creo capaz!
—¿Por qué no localizas a las azafatas y os venís aquí?
—¡Porque no me sale de los cojones! ¡Si quieres follar, te las apañas tú mismo, que ya eres mayorcito!
—¡Que ya estoy hasta las narices de estar encerrado!
—¡Ten paciencia Diego, "obedeces" que te estás jugando el pellejo!
—De acuerdo estaré una noche más...
—¡Mañana te llamo!
…A la noche siguiente, a las nueve y media, los hermanos Pinilla y Ángeles, pasan por la entreabierta barrera de “La Tarántula”. Involuntariamente se están convirtiendo en los improvisados actores de una película muy especial.
El cámara es un viejo 4 L, aparcado justo enfrente, desde allí el objetivo los está inmortalizando en una cinta que, cada tres segundos graba un nuevo fotograma. Pasada la barrera y ya dentro de la Discoteca, un conocido les está esperando.
—¡Hola pasad!, veo que “La Lena” os ha podido localizar.
—¡Sí, pero has hecho muy mal en llamar por teléfono, en lugar de ir en persona al pub "El Rey", como te dije que hicieras si necesitabas contactar con nosotros.
—¿Por qué? ¿A qué viene tanta precaución?
—¡Pues muy fácil!, ¡porque ella creé que el teléfono está intervenido!
—Tampoco pronuncié mi nombre, simplemente le dije que si me reconocía y me dijo que sí… —Al Colón no le gusta que le riñan o recriminen sus comportamientos.
—¡Da igual, dejémoslo!... ¿Para qué nos has hecho venir?
—¡Por favor Paco! —Dirigiéndose en este caso al hermano y a la que le acompaña, Ángeles— Baja la barrera para que nadie nos moleste… ¡Y ni nos oiga!, ¡y vamos a mi oficina!...—pensando: «¡Bien cierto es, que estos son unos meros delincuentes!».
—¡RASSS, RASSS…! ¡CATAPLUMMM…!
Tras Bartolomé Colón, los tres siniestros personajes le acompañan al cuarto. Y allí ya sentados y pese a ya no confiar en este trío para realizar sus “encargos”, hace la última excepción en vista de sus éxitos conseguidos y les plantea otro:
—¡Tengo un nuevo trabajo para vosotros! —Continuando con su decisión inicial.
—¡Ya te dijimos que no queríamos ningún encargo más! ¡Aceptamos el último “encargo” porque eras tú! —Puntualiza el “Carnicero”.
—¡Espera a ver de quien se trata! ¡Cambiarás de opinión…! —Enseñándole el último libro de Diego, en la contraportada aparece la foto del autor, que le viene de perlas para identificar su próximo trabajo—: ¿Lo recuerdas?
—¡Como no lo voy a recordar! ¡Es el hijo puta del otro día, él que se metió con mi Ángeles!
—¡Pues éste es tu nuevo encargo, se trata de él!
—¡Pues con éste, hasta te vamos a hacer un precio especial, danos cinco mil euros y arreglado! ¡Lo iba a "partir en trozos" igualmente, antes de regresar a Barcelona!, ¡si además me pagas, pues cojonudo!
—Os será fácil encontrarlo, cada noche va a un pub que se llama "La Fachina".
—¡Dinos dónde está ese pub y deja al Diego éste para mí!, ¡le voy a cortar primero los cojones y luego lo voy a partir en trocitos!
Colón les explica donde se encuentra el lugar, luego… y esta vez con gusto, les entrega la cantidad acordada. El dinero recorre "el camino correcto", de las manos de Paco a su hermano Antonio y de éste a la tesorera oficial, Ángeles, la encargada de contarlo y en esta ocasión de guardarlo.
…Más tarde y esa misma noche, Diego no puede aguantar más su voluntario cautiverio, se asea y vestido impecablemente, poco habitual en él llegar a este extremo de pulcritud. Abandona su vivienda con rumbo hacia su zona de “marcha”.
En esta ocasión le acompaña su nuevo compañero, Boni, antes a "cenado" un enorme entrecot pasado un poco por la plancha, no quiere que su guardaespaldas esté descontento.
Al poco rato entra en "La Fachina", se dirige hacía un hueco de la barra, cerca de la caja. En el trayecto saluda a uno y a otra, Diego es un habitual del lugar.
—¡Hola Antoñita, como va todo!
—¡Hola que taaal!...
Es el saludo peculiar de una asidua del pub, maestra de escuela y desde hace un año separada. Guapa y simpática mujer, de melena muy larga rubia, tiene la delgadez propia de los "borrachines", por lo que el vestido que luce la hace más alta, desde su separación en ocasiones bebe alguna copa de más, pero procura no pasarse con la gente.
Diego, que la aprecia y se preocupa por su salud, le ataca dialécticamente:
—¿Ya le estas pegando?
—¡Vete a...! ¡Oh, me haces decir palabrotas!... ¿Vas a venir luego al "TOCATU"?, celebro mi cumpleaños y voy a hacer una fiesta, ¿me gustaría que vinieras?
—¡Pues claro que vendré, además te haré un regalo sorpresa!
—¡Regalos como el tuyo, esta noche ya me han ofrecido más de uno...!
Diego no se da por aludido por lo que le ha soltado Antoñita, alias la “Borrachina”, y se dirige al otro propietario y "barman" del lugar:
—¡Hola Toni (Lerona hermano de Jota)!, ¡ponme un whisky que estoy sediento!
—¡Hola Diego, enseguida! ¿Qué te ha pasado?, ¡te habíamos puesto falta!
—He estado un poco liado, y además ahora tengo un perro.
—¿De qué marca?
—No se dice marca capullito, se dice raza.
—¡Pues!, ¿de qué raza?
—Es un "Rotwailer", ¿la conoces?
—¡Sí!, es un perro que se parece mucho a un "Dóberman", pero mucho más grande.
—¡Exacto! Suele salir en las películas de terror, como “La Profecía” y otras parecidas.
—Ya sé cuál me dices, es muy guapo, ¿y dónde lo tienes?
—Ahora está en el coche, descansando, leyendo una revista… —Bromeando.
—¡No jodas, luego saldré a verlo! Por cierto, cambiando de rollo, ¡mira que tía más buena hay allí!
Diego se vuelve y observa donde le indica Toni, éste conoce el buen gusto del periodista por la mujeres guapas y espectaculares.
—¡Coño, vaya mujer, está buenísima! ¿De dónde ha salido?, ¡no la había visto nunca!
—¡Ni yo!, es la primera vez que viene. Antes se ha acercado el Valenciano, pero la morena no le ha hecho ni puto caso.
—¿Qué es lo que está bebiendo?
—Agua, ¡venga éntrale!
Diego sin pensárselo, sigue el consejo de Toni Lerona y se acerca a la morena:
—¡Hola que tal...! —se le ha pegado el particular saludo de la “Borrachina”— ¿Cómo estás? —Nada pierde en probar suerte con el posible ligue.
Con sorpresa para él, la morena le sonríe, a lo que Diego continua su intento de conquista, aunque su “sexto” sentido le indica que algo no funciona—: ¿Quieres que hablemos un poco?
La morena, con tono provocativo y sin hacer caso a la pregunta de Diego, decide iniciar la conversación por su parte también:
—¿Se ve que vienes mucho por aquí?
—Sí, llevo viniendo desde que lo abrieron, hará unos veinte años.
—¿Te habrás acabado todas las botellas de whisky?
—¡Mujer, tampoco es para tanto! ¿Y tú es la primera vez que vienes?
—¡Si!, soy azafata y hoy hemos hecho escala aquí.
—¿Vas a dormir en algún hotel? —Intentando averiguar si tiene posibilidades de ligar con la joven.
—¡Espero que sí! La compañía siempre tiene reservadas unas plazas en el Hotel "Cinco Palmeras", pero hoy... ¿No sé qué ha pasado?
Diego empieza a hacerse su propia película, es muy propio de él, así que continúa:
—¿Tienes algún problema de hospedaje?
—¡Parece que sí! El recepcionista ha dicho que lo arreglaría de una forma u otra, pero de momento no tengo habitación.
Con este problema que le expone la azafata, más se le va calentando su retorcida mente. Continuando con su fantasía, la posibilidad de llevarse a la cama a la morena esta misma noche, otras veces ya le ha funcionado, parece estar más cerca:
—¡No te preocupes! Mi casa es grande y tengo una habitación libre.
—¡Oye pues…! ¡Qué igual te cojo la palabra!
—¡Te lo digo en serio, no hay problema ninguno! Por cierto, yo me llamo Diego, ¿cuál es tu nombre?
—Me llamo Ángeles.
—Un nombre muy propio... ¿Te apetece tomar algo?
—¡No, lo que tengo es sueño! —Sorprendiendo a Diego con su rapidez en la respuesta, que en el fondo era lo que pretendía, llevársela a su casa.
—¡Pues vámonos a mi casa y allí podrás descansar!
—¡Venga acepto tu invitación! ¡Espero que no me consideres una lanzada! ¡Pero mi sentido me dice que eres un hombre de fiar!
Diego aún más sorprendido si cabe, ni se lo piensa, se acerca a la caja para pagar y marcharse, pero antes su amigo Toni Lerona le pregunta:
—¿Qué Diego has ligado eh? ¡No se te escapa ninguna!
—¡Parece que sí...!, ya te lo contaré mañana, apúntamelo que tengo prisa, no se vaya a enfriar el asunto —Volviendo de nuevo a donde dejó a Ángeles—. ¿¡Nos vamos entonces!?
—¡Sí, vámonos ya! —contesta la morena al tiempo que se levanta.
Diego sigue perplejo, no ha sido ninguna broma, esta noche la morena será suya. Su película ha comenzado. en su mente aparecen secuencias de él haciéndole el amor a esta reencarnación de "Cleopatra", por su peinado. Se pierde pensando cómo serán sus senos abultados y aprisionados por la blusa negra, tampoco deja de pensar en su redondo culo marcado bajo el pantalón, también negro.
Más volviendo a la realidad, Diego dirige a su nueva pareja, y juntos salen de “La Fachina” hacía el coche; quien al llegar, muy caballerosamente abre la puerta de su acompañante…:
—¡GUAU... GRRRR... GUAUUU! —El nuevo amigo de Diego, su perro Boni tiene algo que decir...
—¡Tranquilo Boni, no pasa nada!
Ángeles, aturdida por los ladridos del perro y sorprendida exclama:
—¡Menudo bicho! —Con este nuevo elemento no contaba.
—Perdona por el susto, no me acordaba que estaba dentro ¡Pasa, que no te hará nada! ¡Es muy buen perro!
La morena entra y se sienta en el asiento del copiloto, pero no las tiene todas muy seguras. Diego tras cerrar con suavidad la puerta, da la vuelta y se mete en su coche, Boni no aparta su mirada de la morena.
—¡No me morderá!
—¡No Ángeles!, puedes estar tranquila, es un perro muy noble.
Tras lo que arranca y parte hacia su casa. Está tan pendiente de Ángeles, que no aprecia como un coche blanco les sigue.
Por el camino, Diego como es su inevitable costumbre, interroga a Ángeles. Ésta es muy seca en sus contestaciones, quizás para que no la descubra en un "renuncio"; el "Carnicero", su marido, ha estado antes diciéndole como quiere que se comporte en esta cita, planeada para cumplir así con su nuevo encargo...
Pasados unos kilómetros de conducción, inicia la reducción de velocidad, y ya cerca de un chalet, frena bruscamente, su jodida manera de hacerlo:
—¡CHIII…! ¡REEENNN! —¡Hala, ya estamos en mi casa!
El “encelado” sale del coche y repite su caballeroso detalle de abrir la puerta de Ángeles. La mujer sale del coche, pero tras ella y empujándola también sale Boni.
—¡Joder con el perro! ¡Un poco más y me tira al suelo…! —Se queja la mujer de Antonio Pinilla, alias el “Carnicero”, en ese momento actuando como “gancho”.
—¡Tranquilo Boni! ¡Tienes que ser más caballero! ¡Las damas primero!
El coche blanco que les ha estado siguiendo en todo su trayecto, aparca a bastantes metros de distancia, permaneciendo con las luces encendidas, iluminando a la pareja.
—¿Qué hace Ángeles? ¿Por qué no saca la pistola de una puta vez? ¡Salgamos, vamos a por él! —Decide Paco.
—¡Espera Antonio, fíjate en el bicho aquél!
—¿Qué bicho yo no veo nada?
—¡Joder!, ¡aquel perro que está cerca de él!
—¡Coño vaya cabrón! —ahora si lo ha visto— ¡Saca la pistola y pégale dos tiros!
—¡Pero tú estás loco!, ¡qué quieres que salga todo el vecindario!
—¿Qué les pasa a aquéllos del coche blanco?, ¡se podrían poner las luces en los cojones!
—Igual tienen problemas, me acercaré a ver qué pasa.—Propone Ángeles, una manera que se le ocurre de alejarse de Diego sin llamar la atención.
—¡Pero qué dices! —Acabando de cerrar la puerta del coche y sujetándola por el brazo— ¡Entremos en casa y déjalos! ¡Ya se apañaran! —Empujándola suavemente hacía la puerta de su chalet— ¡Vamos Boni, entra en casa!
—¡Me cago en la leche, ha entrado con él! —El “Carnicero” no sale de su asombro.
—¡Ponte tranquilo Antonio... ya saldrá!
—¿Saldrá?..., ¡éste hijo puta se la va a follar!... ¡Yo lo mato ahora mismo!
Paco Pinilla, en estos momentos pese a ser el más joven, actúa con el más sensato de los dos hermanos:
—¡Espera vamos a ver qué hace Ángeles! ¡No armes un "follón" Antonio, que todo se va a joder!
El "Carnicero" por una vez obedece a su hermano menor y permanece en el vehículo. Al mismo tiempo, en la casa de Diego, el insólito trío ya está instalado...:
—¿Qué te apetece tomar?
—¡Nada, no quiero nada! —Ángeles no reacciona, tiene la mente en blanco.
—¡Ven conmigo que te enseñe tú habitación!
La morena le sigue, no sabe cómo actuar, si se marcha perderán la oportunidad de coger a Diego y, llevárselo a una abandonada fábrica de leche, como estaba planeado. Y si se queda, no va a tener más remedio que acostarse con él...
—¡Esta es mi habitación, por esta noche te la cedo! ¡Aquí tienes el baño, por si te apetece pegarte una ducha!
Ángeles se decide, lo mejor es quedarse, mañana a primera hora, le hará levantarse y con la excusa de que le acompañe al hotel, saldrán de la casa y lo llevará al sitio previsto, ya pensará como hacérselo saber a su marido.
Por otra parte, bien mirado, Diego no está nada mal, es muy amable con ella y en el fondo desea estar con otro hombre que no sea el bruto de Antonio. Empieza a desear que su nuevo "casero", le haga un buen "cunilingus" y luego la penetre con fuerza, pero no con la brutalidad a la que acostumbra el "Carnicero"…
De repente la voz de Diego le hace volver a la realidad:
—¡Ángeles!..., ¡cariño…! ¿Te vas a dar la ducha?
—¡Sí, ahora mismo! ¡Pero, nos la vamos a dar juntos! —Ya lo ha decidido y ahora confirmado— ¡Démonos prisa en desnudarnos! Tengo ganas de que me frotes la espalda... —Insinuándose y ya adoptando otro comportamiento, el que en el fondo le gusta, llevar ella la iniciativa.
Diego sonríe, la cosa ha funcionado, sin demora la pareja se desnuda y entre jugueteos se mete en la ducha. Boni, como si entendiera lo que va a suceder, decide retirarse a su cama, que Diego se la ha colocado en otro cuarto. Toda la habitación la ha acondicionado como si fuera de uso exclusivo de su nuevo amigo Boni. No le falta de nada… comida; agua; su música preferida; televisión; etc. etc…
Mientras en el coche de los Pinilla, como si lo intuyera...:
—¡Esta puta debe estar jodiendo con él!
—¡Qué no Antonio!
—¡Pero tú que te crees, que ahora, aparte de cornudo soy gilipollas!
¡La puta de Ángeles se está jodiendo al tío!... ¡Les voy a cortar en pedazos a los dos!
—¡Cálmate, toma un poco de caballo!
En la ducha, la pareja sigue con sus juegos amorosos. Ambos cuerpos están totalmente enjabonados, en verdad la mujer está muy bien proporcionada y dotada; y Diego está también de muy buen ver.
Ángeles apoya sus manos en la pared de la ducha, inclinándose levemente por su cintura, invitando a Diego a que le penetre, quien sin pensarlo lo hace.
Este es sólo el principio de una noche desenfrenada de deseo y sexo entre la pareja. Que sin ningún tipo de perjuicio, se van complaciendo mutuamente hasta culminar el acto… Y no sólo una vez.
—¡En mi vida había pegado un "polvo" como éste!
—¡Ni a mí me habían hecho un "cunnilingus” como el que me has hecho!
Tras lo que la pareja por fin “acuerdan” un descanso y dormir al menos unas horas.
…Ya con los primeros rayos de sol, que se cuelan por la ventana:
—¡Despierta Diego! —Al tiempo que le acaricia su barbilla, parece que todo es amor.
—¿Qué pasa cariño?, ¿no me digas que quieres otra sesión?
—¡No cielo! ¡No he batido mi récord, pero no ha estado mal!, ¡nada mal! Pero es tarde, tengo que regresar al hotel.
—¿No te quedas un rato más...? ¿Te apetece repetir lo de la ducha de anoche?
—¡Que no!... ¡Otro día! ¡Venga vamos, levántate que tienes que acompáñame!
—¡De acuerdo ya me levanto! —Entrando en el baño.
—Pero, ¡¿a dónde vas?!
—Es sólo un momento, me tengo que afeitar.
Mientras Diego se afeita, Ángeles se acuerda de su marido Antonio, el "Carnicero". Se imagina que como es él y la mala leche que tiene, le va a ser muy difícil encontrar una explicación que le convenza.
Si le dice la verdad, es capaz de matarla, y una mentira, no se la va a creer. Por su mente pasan diferentes posibles excusas, ninguna le convence.
—¡Ya estoy!... ¿Cuándo quieras nos vestimos y nos vamos?, ¿qué te pasa, parece como si ya no tuvieras tanta prisa?
—¡Cosas mías! —Acabándose de vestir.
La pareja ya compuesta, sale de la habitación, alguien les espera en la sala.
—¡Hola Boni, buenos días! ¡Venga que nos vamos!
—¿Tienes que llevar con nosotros a este bicho, no sabes ir solo?
—¡Boni se viene conmigo a donde yo vaya! ¡Vamos Boni!
Afirma y sin discusión posible, luego abre la puerta de su casa; cerca de ellos en el conocido coche blanco de anoche:
—¡Despierta Antonio, que ya salen!
—¿Qué coño pasa?
—¡Mira que ya salen!
Ya despierto El "Carnicero", abre la guantera del coche y saca un cuchillo, igual al que utilizó Paco para asesinar a puñaladas al conserje:
—¡Le voy a cortar la polla! —Abriendo la puerta y ofuscado se dirige hacía su víctima, que está ya fuera de su vivienda. Pero… ¡Un fuerte pitido paraliza sus piernas!
—¡PIIII... PIIIII...! — ¡Aparta gilipollas! ¿Estás dormido?
Una moto de gran cilindrada, conducida por Francisco, el Ibicenco, es la causa.
El "Carnicero" reacciona, su presa es ahora el conductor de la traicionera moto.
—¿Qué te pasa cabrón? ¡Párate si tienes cojones!
El Ibicenco para su moto más adelante, justo frente la puerta de la casa de Diego, y baja de ella a la vez que instintivamente coloca el caballete.
—¿Qué pasa Ibicenco?, ¿qué es todo este lío?
La voz atrae de nuevo la atención del "Carnicero", que levantando el cuchillo y corriendo va hacia ellos, ha perdido los papeles y la consciencia.
—¡Os voy a rajar a todos!
En su corto trayecto, se encuentra con el enorme cuerpo del Ibicenco, quien hábilmente le sujeta la muñeca del cuchillo. Además, un fuerte golpe en el estómago del "Carnicero", le hace sentir parte del dolor que él imparte a sus víctimas.
—¡Aba, Diego métete dentro y cierra la puerta!
El Ibicenco y el "Carnicero" en su forcejeo caen al suelo. La fuerza de la mano del Ibicenco hace que el "Carnicero" suelte el cuchillo.
El Ibicenco, ya de rodillas, logra colocarse encima del "Carnicero" y con sus dos enormes manos lo agarra por el cuello estrangulándolo con fuerza.
Del coche blanco sale Paco Pinilla, que corriendo va hacia ellos, en su mano sujeta una pistola del calibre del nueve largo....
—¡Te voy a romper el cuello "cabrons"! —Advierte el Ibicenco a su presa.
—¡BAAANG…! —Un fuerte ruido procedente de la pistola de Paco, ensombrece la última palabra del Ibicenco.
Una bala agujerea su pecho a la altura del corazón.
El Ibicenco siente como si lo lanzaran hacia atrás, el efecto le hace soltar el cuello de su enemigo, e instintivamente recoge sus manos hacia su pecho, desde donde brota la sangre a chorros. Sus ojos se nublan, nota como se le va la vida... Desplomándose encima del "Carnicero".
Ángeles, que se ha mantenido cerca de Diego, ha observado asustada todo lo ocurrido, sabe que el "Carnicero" también le va a matar a ella. Así que decide sacar de su bolso un pequeño revólver y:
—¡Toma Diego, úsala y dispara!
Sin pensárselo, Diego coge el revólver, apunta a la cabeza de Paco y aprieta el gatillo. La bala sale como un rayo y alcanza su objetivo, atravesando el hueso frontal de la cabeza del tirador, Paco cae fulminado y sin poder pronunciar palabra, a la vez que un pequeño chorro de sangre brota de su cráneo.
Diego cruza los pocos pasos que le separan del cuerpo de su amigo El Ibicenco, se agacha y con sus manos gira su enorme cuerpo, su deseo es verle la cara.
—¡Ibicenco coño, porque lo has hecho!
De sus mejillas resbalan gotas de lágrimas; sin percatarse de que el "Carnicero", al que daba por desmayado, sacando fuerzas del mismo infierno y ya en parte liberado del enorme peso que le aprisionaba, de rodillas alcanza de nuevo el cuchillo.
Se dispone a clavárselo al hombre que más odia en el mundo, el que le ha robado a su mujer. Con el brazo ya levantado y a punto de penetrar la hoja en el cuerpo de Diego, algo le atenaza la muñeca fuertemente, impidiéndole realizar su ansiado deseo… —¡GREEE… GREEEGGG….!
Son los colmillos de Boni, que atento a todo lo que pasaba y como un invitado invisible que aparece cuando menos se le espera, aprieta con fuerza la muñeca del “Carnicero”: —¡Quitaaaaa a este animal... ¡Me está arrancando la manooooo!
Diego ahora si reacciona, percatándose de las intenciones de éste:
—¡Suelta el cuchillo cabrón! ¡No te lo repetiré!
El "Carnicero" abre la mano y el cuchillo cae, Boni suelta su presa pero continua atento: —¡GRRRR....GRRRRR...!
Ya con sus dos mano libres, el "Carnicero" acaba de escabullirse del inmóvil cuerpo del Ibicenco, de rodillas intenta levantarse del todo.
—¡No te muevas cabrón! —Le ordena Diego, apuntándole con el revólver a solo dos metros de él. El "Carnicero" no obedece e intenta acabar de levantarse.
A lo que Boni asesta un mordisco en su cuello, clavándole sus largos y puntiagudos colmillos, pero no acabando de rematar a su presa, solo la sujeta fuertemente.
El "Carnicero" sacando fuerzas, la adrenalina la tiene a tope, continua en su afán de levantarse, ante ello Boni aprieta su mandíbula, se oye un crujido, es la cervical del "Carnicero" que se rompe, su cuerpo da un brusco movimiento y se queda inmóvil por fin, de su cuello brota la sangre.
Boni suelta el cuello y el asesino del Ibicenco acaba de desplomarse.
—¡Ven Boni! —El perro acude hacia su amo— ¡Muy bien Boni...! ¡Lo has hecho muy bien! —Agachándose y acariciándolo durante unos minutos. Tras los que se acaba de reincorporar totalmente; Ángeles se acerca a él:
—¡Vaya desastre, no me lo acabo de creer!... ¿Qué vas a hacer conmigo? ¡Si me coge la policía, no saldré de la cárcel en lo que me queda de vida! ¡No lo podré aguantar!
—¡Vete!... ¡Toma las llaves y coge el coche! ¡Vete ya!
Sin demora, Ángeles coge las llaves y corre hacia el vehículo, arranca y desaparece del lugar lo más rápido que puede. Un hombre de mediana edad y, vestido con un batín y unas zapatillas a juego, sale de una vivienda vecina...
—¿Qué ha ocurrido?... ¿Necesita ayuda?
—¡Sí, llame a la “Guardia Civil”!
El hombre entra de nuevo en su casa y atiende la petición de Diego, de llamar a las fuerzas de orden.
A la espera de la llegada de la policía, Diego, cual zombi, se acerca a la moto de su amigo, y en un acto inconsciente, abre la petaca de la moto y ve lo que hay dentro: papeles, un jersey y una cinta de video. Su mano va hacia la cinta y la coje, tras lo que cierra la petaca; sigue sin pensar y con la mente completamente en blanco. Y permanece así, hasta escuchar las características e inconfundibles sirenas de la policía, que proceden de la lejanía, que le hacen reaccionar... Entra en su casa, que permanece con la puerta abierta, y ya dentro coloca la cinta encima de una mesita que hay en la entrada, lo mismo hace con el pequeño revólver que saca de su bolsillo, hecho esto, llama a su fiel amigo que le ha salvado la vida.
—¡Boni pasa, entra en casa cariño!
El perro le obedece, Diego se dirige hacia el baño, abre el grifo y se lava las manos y la cara, Se mira al espejo y se pregunta a su propia imagen reflejada, el «¿por qué de toda esta locura?».
El agua fría le ayuda a acabar de reincorporarse de una vez, y por fin pensar en la inminente llegada de la policía, así que sale de nuevo de su casa; pero antes recoge el revólver de la mesita y con un trapo que está a mano, lo limpia para que desaparezcan todas las huellas.
Fuera ya de su morada, con el revólver en la mano asido con el trapo, se acerca al inerte cuerpo de su amigo… y abriéndole la mano derecha le coloca el arma, cerrando los dedos en la empuñadura y colocando el índice en el gatillo.
El destello de las luces azules de dos coches que se acercan de frente, le hace improvisar la versión de los hechos que va a contar.
Unos metros antes de llegar al cadáver de Paco Pinilla, paran los dos coches, el primero es una ranchera "Patrol" y el otro, un turismo "Peugeot", ambos pintados con los colores propios de la “Guardia Civil”.
Las puertas de los dos vehículos se abren, seis guardias salen de ambos, dos de ellos se paran en el cadáver de Paco Pinilla, uno de ellos se agacha y con su mano derecha toca el cuello (la yugular) del cadáver:
—¡Sargento, éste está muerto!
El sargento, acompañado por otro guardia, impasible continua su trayecto, acercándose a Diego, que está al lado de los otros dos cadáveres, el de su amigo "El Ibicenco", y el del "Carnicero".
Diego reconoce al que va delante, es el sargento Peralta.
Otro de los guardias se agacha y, sin mover los cuerpos, toca también cada uno de los cuellos de los muertos, buscándoles el pulso.
—¡Peralta, estos también están listos mi sargento!
—¡Taparlos con una manta y que uno de vosotros acordone la zona! ¡Que no deje que se acerque ningún curioso!
—¡Bueno Diego, ya me contarás qué coño ha pasado aquí, esto parece el oeste!
—¡Hola Peralta!... Primero te lo cuento a ti como amigo… y luego ya daré todos los detalles para el informe.
Diego le narra lo sucedido, cambiando en su versión algunos detalles, omite a la mujer y que en el fondo los hechos dan a entender que se han matado entre ellos, que su amigo el Ibicenco ha disparado defendiéndole a él y después de recibir el disparo de Paco Pinilla, hecho como un último acto antes de morir. Lo de Boni no lo cambia porque es demasiado evidente.
Le cuenta además sus dudas sobre Colón, en referencia a los otros asesinatos, y su convencimiento de que ha sido también Colón quien ha contratado a los Pinilla para que le mataran.
Peralta le escucha, a la vez que estudia todos sus gestos cuando narra los hechos, por si descubre que le está mintiendo, conoce los gestos de Diego. Los dos se conocen de hace años, de hecho en algunas ocasiones se han encontrado en zonas de ambiente; es curioso cómo cambia el aspecto del sargento, con su verde uniforme impresiona, pese a no ser muy alto. Pero cuando viste de "paisano", con sus botas tejanas y ropa que no se combina en nada; camisa a cuadros de las "barateras" y pantalón vaquero ceñido a su casi esquelético cuerpo, parece más bien un delincuente... Perfectamente podría “trabajar” como infiltrado del cuerpo.
—¿Y estás seguro de que los había contratado Bartolomé Colón? —Peralta conoce al traficante Colón desde hace años.
—¡Totalmente! ¡Espero que a ése cabrón lo metáis entre rejas!
—No tienes por qué preocuparte, si son matones a sueldo, seguro que los tenemos fichados, ¡lo que veo más difícil es demostrar que los contrató Colón!... Como no encontremos algo que los relacione, lo veo mal. De todas maneras voy a hacer que le detengan y me lo traigan al cuartelillo, quizás cuando le interrogue lo confiese…
FIN DEL CAPÍTULO IX
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