...Por la noche de nuevo en el Restaurante "La Buenavista", se reúnen en una mesa unos personajes ya conocidos...
—¡Colón, al final nos has metido en la mierda y por tu culpa estamos todos hasta el cuello! Te dijimos que te estuvieras quieto, ¡y tú vas y montas una batalla campal!
La noticia ya la han dado en las televisiones, y mañana prepárate a ver cómo te pone "EL PRIMERO DEL DIA".
¡Van a ir a por ti hasta que te metan en la cárcel!
—¡Tranquilízate Trinarejos que no es para tanto! —matiza el Colón.
—¡Oye!, ¿tú estás loco?... ¿No te enteras de lo que pasa? —Golpeando la mesa.
—¡Deja que se calmen los ánimos, no tienen ninguna prueba contra mí!
—¡Mira Colón!, el que de momento te hayamos sacado de ésta, no quiere decir que la cosa haya terminado. —volviendo a su tono tranquilo.
—Con dinero, todo se arreglará.
—¡Con dinero no basta!... ¡Hay un detalle que a ti se te escapa! —exclama Trinarejos y de nuevo sulfurado, Colón siempre logra sacarle de quicio.
—¿Qué detalle?
—¿Dónde está la mujer del "Carnicero"? ¡Si esta puta aparece y canta, estás listo!
—¡Será estamos...! ¡Pero no os preocupéis!, no hablará, ella es la que más tiene que perder.
—¿Y si llega a un acuerdo con el fiscal?
—¡No creo!, la mujer no me dio la impresión de ser una chivata. Ésa volverá a Barcelona y se buscará un nuevo macarra, ¡ya lo veréis!
¡Y ahora no me mareéis más con todo este rollo!
¡Hablemos del otro asunto!... ¿Confirmamos o no la ruta que vamos a utilizar?
Trinarejos ve que no hay nada que hacer con él, y también acepta cambiar de tema y tratar el asunto que menciona Colón:
—¡Sí!, todos estamos de acuerdo; es un poco larga la travesía, 15 días son muchos días de trayecto. Aunque lo peligroso será cuando entre el carguero en aguas jurisdiccionales españolas. ¿Les has aclarado que tienen que hacer la carga cumpliendo con todas nuestras instrucciones?
—¡Y bien claro que se lo he dejado…Trinarejos! Meterán la cocaína dentro de los “candombes” (especie de tambores de gran tamaño) y sólo en ellos. Estará la mercancía bien aislada y a prueba del olfato de los perros; el trabajo lo hará un “lutier” que pertenece al “clan” de “La Noria”.
—¡Hombre Colón!, ¡por fin recurres a “profesionales…! —Refiriéndose a que no utiliza a “aficionados” como los “Pinilla, y que ya le había advertido él antes del desastre ocurrido con ellos.
—¡Aunque no te lo parezca Trinarejos, yo aprendo de mis errores!
—¡Vale…!, ¡sigamos!, ¿Y todo cabrá en un solo contenedor?
—¡Lo haremos así, aunque apretado todo entrará en él! Se trata de ponerles pegas ante una posible inspección por parte de aduanas… ¡A ver si tienen cojones de descargarlo todo! Lo primero que se encontraran será con un piano de cola… ¡De los que pesan! Y pondremos letreros de “Frágil” por todo.
—Que te envíen el “manifiesto” de la carga que van a presentar antes, para que lo revises, no dejes nada a la improvisación; ¡hay que dar por hecho que son unos zoquetes, y todo, todo, hay que revisarlo!
—¡Lo tengo muy claro…! ¡No me lo repitas más que es cuando me cabreo…! ¡Cuando dudas de mí! —De nuevo volvió a salir su puto carácter, en esta ocasión Trinarejos no le responde y hace otra pregunta:
—¿Y el grupo de “gauchos” y los músicos y técnicos vendrán los quince días antes?
—¡Sí, joder! ¡Han aceptado la invitación sin dudar ni un segundo!, estarán todos hospedados y disfrutando de estas vacaciones en el Hotel Victoria, alguno quería venir con su pareja, pero le hemos dicho que no, que las plazas eran las que eran. Y he añadido, para que se quedara contento, que en la próxima “tourné” si la podrá traer…
—¡Bien hecho Colón!, no hay que despertar ninguna duda o sospecha sobre el viaje y su motivo, unas actuaciones en nuestro AUDITORIUM, no es “moco de pavo”.
—¿Qué, se te han ido los “fantasmas” sobre el envío?
—¡No son fantasmas Colón! Pero la cosa la veo demasiado fácil, además hasta pienso que irá bien la gira musical, y no perderos dinero en ese aspecto.
—¡El grupo es muy bueno!, combinan actuaciones de los “gauchos”, manejando las “boleadoras” contra el suelo con mucha destreza, y siempre al ritmo de la música de los tambores. Con interpretaciones de música popular argentina. ¡Yo iré a verlos más de una noche!
—Esperemos Colón, que con la movida que hay, no se joda el invento…
—¡Qué movida ni leches! ¡Todo saldrá bien!
—De acuerdo Colón, pero, ¡prométeme que no harás más gilipolleces!
—¡Te lo prometo, no haré nada sin consultártelo!
Y el resto de la reunión la pasan conversando de cosas banales, que si el ambiente ha caído mucho, el último convenio aprobado con su pertinente aumento de sueldos, etc. etc.
…Ya de regreso a su discoteca, “La Tarántula”, en su oficina recibe una llamada...
—¡RING…! ¡RING…! —¡Dígame!
—¿Bartolomé Colón eres tú? —Es la voz de una mujer.
—¡Sí soy yo!... ¿Quién es?
—¿No me reconoces?
—¡Pues no! ¡Y además no estoy para bromitas!
—¡Soy Ángeles, la mujer de Antonio Pinilla y te vas a acordar de mí!
—¡No espera mujer, precisamente me preguntaba dónde estabas, tenemos que hablar! ¡Los amigos estamos para ayudarnos en los momentos difíciles!
—¿Hablar...? ¿De qué?
—¡Hablar de ti, yo quiero ayudarte!
—¡De acuerdo, vendré cuando cierres la discoteca!
—¡Sí, ven sobre las cinco, que hoy no habrá mucho movimiento!
—¡Allí estaré!
Sin desprenderse del auricular, Colón cuelga con su dedo el botón del teléfono y marca el número de la discoteca "TRINADISCO", aún conserva una línea fija que usa habitualmente y desde su despacho.
—¡Trinadisco diga!
—¡Oye ponme con el Señor Trinarejos, es urgente!
—¡No sé si está, pero le paso con la oficina!
—¡Diga!
—¿Trinarejos eres tú?
—¡Sí!... ¿Qué ocurre Colón? —Reconociendo al momento al individuo.
—Me ha llamado la mujer del Pinilla, le he dicho que venga a verme cuando yo cierre.
—¡Bien, dale lo que te pida, no quiero más líos!
—¡Pero qué dices!, ¡a esta tía hay que hacerla desaparecer!
—¡Colón hazme caso por una puta vez! ¡Dale dinero y que desaparezca por una temporada, sugiérela que se vaya de viaje al extranjero!
—¿Y con cuánto dinero crees que se conformará?
—¡Dale treinta mil euros!
—¡Treinta mil euros! ¡De donde saco yo esta cantidad!
Lo más que tengo por aquí son seis mil euros, con toda esta movida he sacado el dinero fuera de aquí.
—¡No te preocupes, yo te mando ahora por Rico el resto!, los veinte y cuatro mil euros. Pero no hagas tonterías, dale el dinero y que se largue cuanto antes.
—¡Haré lo que tú dices Trinarejos! —¡CLICK!
…Pasadas unas horas, Colón impaciente sale de su cuarto, recorre con su vista toda la sala y ve que la disco está a tope, especialmente la pista de baile. Satisfecho continúa su ruta y va hacia la puerta.
—¿Quiñonero has visto a tú jefe?
—Sí, Benito está dentro en la barra.
—¿En la barra yo no le he visto?
—Hace un rato estaba.
Camino de la barra, Colón ahora sí ve a Benito Bestard en un rincón...
—¿Qué haces escondido?
—No estoy escondido, estoy pendiente de aquéllos tíos de allí. —Señalando disimuladamente.
—¿Y qué les pasa?
—Son dos camellos, trabajan habitualmente por la "TRINADISCO", no sé qué hacen por aquí, nunca habían venido.
Una voz se oye a unos pasos de ellos que les interrumpe:
—¿Bartolomé Colón? ¡Soy Rico, me envía el señor Trinarejos!
—¡Ah hola Rico, te estaba esperando!... ¿Traes eso?
—¡Sí lo traigo aquí! —Señalando a un maletín.
—¡Vamos, sígueme hasta mi oficina!... ¡Por cierto!, ¿aquéllos van contigo?
—Sí, me han acompañado, mi jefe no ha querido que viniera sólo… con lo que llevo encima. ¡Usted ya sabe…!
—¡Benito, encárgate de invitarles a tomar algo y que no hagan gilipolleces por aquí!
—¡No se preocupe, son gente de fiar! —Aclara Rico.
—¡De acuerdo, si tú lo dices, para mí es suficiente. ¡Vente conmigo, entremos en mi despacho! —Tras un corto paseo y ya dentro de la oficina de Colón—: ¡Vamos Rico saca el dinero!
A lo que abriendo el maletín, Rico va sacando billetes de “Big Laden”, como se les conoce aún, pese a haber ya fallecido este terrorista; a los billetes morados de quinientos euros, que coloca sobre la mesa.
—¡Bueno, perfecto! ¡Supongo que está todo!
—¿No lo cuenta?
—¡No, de tu jefe me fío!
Colón abre su cajón y saca más billetes que coloca dentro del maletín, y vuelve a meter los “paseados” billetes que había sacado Rico, tras lo que cierra el adinerado maletín—: ¡Ahora está completo!
—¿No lo guarda? —pregunta asombrado Rico.
—¡No aquí no entra nadie!... ¿Te apetece tomar una copa?
—¡Gracias, pero no!, prefiero regresar a la discoteca.
En la sala, los camellos dejan la compañía de Benito y siguen a Rico, que se marcha hacia la puerta y de regreso a la "Trinadisco". Colón de nuevo se dirige hacia Benito:
—Benito, quiero que en toda la noche no hagas nada más que vigilar la puerta de mi oficina. ¡No quiero que entre nadie! ¿Has entendido? ¿Nadie?
—¡Sí señor Colón, he entendido!
—Yo me marcho y antes de las cinco estaré aquí.
—¡Váyase tranquilo!
Ya en su deportivo, Colón realiza una llamada, tras dos tonos de llamada, una voz femenina contesta:.
—¡Mande Señor Colón!
—¿Cómo sabes que soy yo Virginia?
—¿Quién va a ser sino?, ¡aquí no llama nadie más!
—¡Eso espero! Virginia voy camino de ahí, no tardo nada. ¡Cuando llegue te quiero "preparada" y con el "delantal"!
—¡Si mi señor!, ¡todo estará a su gusto!
—¿Cómo está la pareja?
—¡Están donde siempre!, hace un rato los he estado viendo y no hay nada extraño.
—¡Pues espabílalos con una ducha!, ¡pon el agua templada, que no quiero que cojan una pulmonía, estos tienen que durar aún mucho tiempo!
—¡Lo que Vd. ordene!... —Siempre contestando en plan sumiso.
—¡Lo dicho, en nada estoy en la puerta!
Dicho lo cual cuelga el teléfono y parte presto hacía la casa, que en realidad es su vivienda habitual. En tan solo diez minutos ha llegado y el coche lo ha dejado aparcado en la cochera anexa, la morada no está muy lejos de su negocio. Colón abre la gran puerta de madera noble, de esta hermosa edificación moderna de dos plantas, además de un gran sótano. Unos jardines bien cuidados y florecidos rodean sus laterales.
—¡RACK, RACK…! —El ruido de la apertura del cerrojo, atrae a Virginia, una preciosa mujer de piel negra y cabello corto rizado, en este caso coronado con una cofia roja. Debajo de un delantal del mismo color, sobresalen sus senos, cosa normal al ir desnuda. Un tanga rojo, debajo del cual se ven los tirantes del ligero, que sujeta unas sexuales medias, completa la erótica figura. Colón al verla no puede evitar una inmediata "erección".
—¡Vamos, acércate!
Virginia obedece, sabe los gustos de éste moderno "esclavista", y siempre está dispuesta a cumplir y satisfacer sus deseos, sean cuales sean, le está agradecida por haberla retirado de su oficio, el más viejo de la humanidad. Y sabe que a su salvador le gusta, entre otras cosas raras, que le llame "señor"; como signo de obediencia ciega.
Ya cerca de él, deslizando su brazo por su espalda, cierra la puerta.
Se agacha a la altura de su bragueta, dispuesta a iniciar el acto sexual de la manera que a él le agrada. Más Colón la interrumpe...
—¡Espera viciosilla, vamos al sofá del salón!
Los dos cogidos por la mano como dos enamorados, van hacía él. Ya dentro de la espaciosa sala de estar, Colón se tumba en el gran sofá, ahora sí Virginia se agacha y con rapidez sus manos desabrochan la correa y baja la bragueta de su pantalón; y sacando su pene le hace la esperada felación:
—¡Así, así es como me gusta! ¡No pares...!
Así lo hace Virginia, que no para hasta que el “amo” llega a la eyaculación. Y no tarda nada en con una toallita limpiar el pene del “patrono”.
—¿Ha sido del gusto del señor? —Pregunta, como siguiendo un guion ya establecido, incluido el de la limpieza, algo que especialmente le exaspera al “amo”.
Colón no contesta, se limita con su barbilla a indicar un gesto de confirmación, al tiempo que se reincorpora y acomoda de nuevo su vestimenta.
—¡Venga, vamos a visitar a la parejita! ¡No hace falta que te vistas! —Ordena el vicioso de Colón,
Los dos bajan una escalera, que hay cerca del hall de la entrada, que los llevan al sótano. En la planta hay un recibidor de distribución de acceso a varias habitaciones, se dirigen a la puerta blindada de enfrente. Una vez abierta por Colón, dos personas se reincorporan y fijan su mirada hacía él.
Una gruesa mujer pelirroja, completamente desnuda y con un collar en su cuello, cerrado por un candado, que lo une y acopla a una corta cadena asida a la pared, pregunta a su marido:
—¡Amor mío, termina ya con todo esto! ¡Te pido una vez más tu perdón... pero por favor, déjame salir de este infierno!...
Colón no contesta a su esposa Margarita. Su compañero de celda es un hombre con melena rubia, ahora demasiado dejada y larga, demacrado y muy delgado, aunque se le nota que es un hombre fuerte; pese a la casi perdida de robustez de su cuerpo. Está atado por el cuello también con un collar de piel, cerrado también con un candado y sujeto, al igual que Margarita, en otra cadena; que acaba con una argolla incrustada a la pared. Su atadura hace imposible que el hombre huya, pese a que le deja realizar movimientos por el recinto a sus anchas, eso sí, sin poder llegar a tener contacto con la compañera de prisión por el largo de la cadena que se lo impide. El preso se dirige a Virginia, que es quién se encarga de su alimentación:
—¡Tengo hambre!, ¡tengo hambreee...!
—¡Dale algo de carne a este perro! —Orden dirigida a Virginia por parte de Colón.
—Ya le he dado antes un trozo de ternera, y como Vd. mandó que le diera lo justo, yo no le daría más…
—¡Pues que así sea, que se joda éste cabrón!
Yo creo que en un mes más, la "cerda" de mi mujer estará lista para que se la coma éste "jodido"... ¡Pero sigue dándole sólo carne cruda, para que se acostumbre!
—¡Lo que Vd. ordene!, Margarita ya casi no se puede levantar, debe pesar más de 140 kilos. ¡Come como lo que es, una cerda! —La “criada especial” está totalmente identificada con su papel—. Aparte de la comida normal, desde hace una semana le estoy dando también pasteles y bombones de chocolate, así estará ya lista en unas semanas. ¡Y entonces mi "señor" se podrá vengar de esta zorra infiel!
—¡Es lo que más deseo, que el perro de su amante se coma a la cerda de mi esposa! —Una vez más Colón descubre sus maquiavélicos planes de venganza. A lo que responde Margarita, su infiel esposa:
—¡Eres un canalla!, ¡por una vez en mi vida que te he sido infiel, deseas mi muerte! ¡Y tú hijo de puta! ¡Que llevas todos los años de matrimonio, engañándome con cualquier "furcia" que se te cruza, que castigo mereces!, ¡dime, que mereces tú hijo de puta!
—¡Te lo advertí cuando nos casamos...! ¡Nada de cuernos! ¡No hiciste caso!, ¡me engañaste con éste "guapito" de la melena rubia! Y además te lo tiraste en la cama de mi propia casa… ¡Ahora pronto verás tu deseo cumplido...! Que te coma éste cabrón, como le pedías en la cama cuando te grabé! ¡Sí, te comerá, pero no lo que tú deseabas!
Margarita sigue diciéndole maldiciones a su marido, pero él y su guardiana salen por la misma puerta de entrada y abandonan la inusual celda, subiendo de nuevo hasta la planta principal, allí Colón se dispone a abandonar su casa y regresar a su discoteca:
—¡Estoy muy orgulloso de ti Virginia!, ¡no me esperes despierta, pues no sé cuándo regresaré!
—¡Gracias señor, yo siempre le seré fiel!
…Tras desahogarse física y mentalmente, Colón regresa a “La Tarántula”, aparca su deportivo y entra en la sala, dirigiéndose a su empleado:
—¿Ha habido alguna novedad Benito?
—¡No señor Colón, todo está tranquilo!
—¡Apártate y déjame entrar!, dentro de un rato vendrá una mujer, tú ya la conoces, es la que vino con aquéllos tipos, ¿te acuerdas?
—¡Sí!, creo que sé a quién se refiere.
—Cuando llegue la traes enseguida a mi oficina.
Y a las cinco en punto, en la entrada de “La Tarántula”, se presenta Ángeles, de nuevo vestida de negro, es el color que más le favorece y ella lo sabe...
—¿Está el señor Colón?
—Sí, le está esperando, ¡sígame!
Benito acompaña a Ángeles a la oficina, ella ya conoce el camino, pero se deja guiar. El guarda se asoma sin llamar.
—Señor Colón, aquí está la mujer que esperaba.
—¡Dile que pase, y que no nos moleste nadie!
Ángeles entra en el cuarto, sin pronunciar palabra ninguno de los dos, se observan por unos minutos, la morena esta guapísima. Benito por primera vez se fija en los encantos de la mujer, pero sabe que ahora él sobra en ese lugar, e inmediatamente abandona el despacho de su jefe.
—¡Siéntate mujer! —sugiere Colón.
—¡No!, prefiero continuar de pie.
—Como desees, ¿quieres tomar algo?
—¡No!, no me apetece nada.
—Y ahora, ¿qué piensas hacer? —Pregunta interesándose por los planes de ella.
—¡No tengo ni idea!, pero, ¡vamos al grano! ¿Cómo piensas tú ayudarme?
—¿Siempre eres tan directa?
—¡Colón no estoy para bromas!
Ante lo dicho, el hombre abre el maletín colocado sobre su mesa y le da la vuelta, mostrándoselo a Ángeles:
—¡Mira esto es para ti!, ¡treinta mil euros!
La cara de la mujer cambia, aparece una pícara sonrisa.
—¡Vaya treinta mil euros no me van a ir nada mal!
—¡Si tú quisieras, no te faltaría nunca de nada!
—¿Y eso? ¿A qué te refieres?
Colón se acerca a Ángeles, la coge por los hombros y acerca su cabeza al rostro de la mujer...
—¡Tú me gustas! ¡Si te quedas conmigo vivirás como una reina!
—¿Y yo?, ¿qué te tendré que dar a cambio?
—¡Amor, mucho amor! —Besando sus labios por un instante.
—¿Y qué pasa si me encuentra la policía?
—¡No tienes que preocuparte por eso, con dinero todo se arregla!
Y sigue besándola, ahora le toca al cuello de Ángeles, sigue bajando su boca hacia el escote y continua besando efusivamente.
Con sus brazos empuja suavemente el cuerpo de la mujer y la acerca al borde de la mesa, haciéndola sentar en ella. Su cabeza baja hasta el sexo de Ángeles, continuando con besos, primero sobre el pantalón y luego con el pantalón que hábilmente ha bajado, sobre su piel.
Con sus manos acaricia con fuerza los pechos de Ángeles, empujándola hacía atrás para que se tumbe y pueda gozar más.
Ángeles se retuerce de placer, suspirando y pronunciando un entremezclado de palabras que no se acaban de completar:
—¡Ahaaaaag! — Alcanzando el orgasmo, no es una mujer que necesite muchas atenciones para conseguirlo. Ya satisfecha:
—¡Por favor!... ¡Para...! —Orden que cumple el improvisado amante, tras lo que Ángeles se reincorpora:
—¿Y tú qué?
—¡Para mí ya habrá tiempo!
Para nada le cuenta que ya ha tenido una eyaculación con "su ama de llaves particular". Por lo que Ángeles da por finalizado el acto; recoge sus prendas y se las coloca de nuevo.
— ¡Y ahora tú y yo nos vamos a mi apartamento, allí vivirás de momento! —Sabe que ella aceptará, en definitiva no tiene claro a donde ir.
Así pues, abandona la discoteca y llevando a Ángeles, a un pequeño pero lujoso apartamento, situado en la última planta de un edificio de la calle "Capitán Sil", una de las vías más caras de la ciudad.
Ya en él, la vista panorámica que se divisa es envidiable. La luz del nuevo día ha llegado durante su trayecto...
—¡Ésta de momento será tu casa, supongo que te gusta!
—¡Es muy bonito! ¿Qué lo has decorado tú sólo?
—En parte, el resto me lo completo la decoradora Nadim.
—¡Seguro que te la tiraste!
—¡No estés celosa! —Acariciándola.
—¿Y tú dónde vives?
—Vivo en un chalet de las afueras, con mi esposa Margarita y... mi "sirvienta"
—¿Pensaba que estabas separado?
—En parte si, aunque mi mujer vive en mi casa, no tenemos mucho roce.
—¿Y te acuestas con ella? —Ángeles quiere saber que planes de futuro puede tener con él, si es que en verdad puede esta iniciada relación, tener alguna continuidad.
—¡No hace años que lo nuestro terminó!
—¿Te vas a quedar esta noche conmigo?
—¡Esta noche no puedo!, la tengo comprometida, pero... mañana te llamaré, aprovecha el día para ir de compras, ahora eres una mujer rica.
—¿Conoce mucha gente este apartamento? —interesándose por su seguridad.
—¡No!, está tranquila, que nadie te molestará, aquí te dejo las llaves:
—¡CLINK! —Poniéndolas sobre la mesa y marchándose hacia la puerta.
Ángeles, se queda sola en el apartamento y pensando en la veracidad de la oferta de Colón, su experiencia le indica que no se puede fiar de él, más le ha seguido el “rollo”, por temor a que tuviera una mala reacción y le pudiera hacer daño.
Ahora le toca planificar cuales serán sus próximos pasos. Si bien, su despensa de euros está a rebosar… Cosa que le va a ir muy bien para el futuro próximo.
La intranquilidad reinante en Colón, pese a la hora, le hace acudir a la discoteca de su socio, buscando en él la calma. Sabe que él se marcha ya de más mañana de ella. Cuando se dispone a aparcar su lujoso deportivo, en un hueco justo en frente de "TRINADISCO", desde lejos y procedente de la entrada de ésta, Trinarejos le hace gestos para que no termine de aparcar, al tiempo que se dirige hacia él.
Colón baja la ventana del acompañante de su deportivo, y por ella asoma la cabeza de Trinarejos:
—¿Hay alguna novedad? ¿Ha ido todo bien?
—¡Sí, ha ido todo bien!, pero sube y vamos a tomar la penúltima. —Así lo hace, al tiempo que mira el deportivo con envidia, de lado a lado.
—Vamos al "Gallo Marchoso", que es el único sitio abierto.
Durante el trayecto, inician la conversación para conocer los detalles de todo lo sucedido con la morena:
—¿Le has dado los treinta mil euros?
—¡Sí, los ha cogido sin rechistar!
—¿Te ha dicho donde piensa marcharse?
—¡Se ha quedado!
—¿Qué se ha quedado?
—¡Sí!, la tengo viviendo en mi apartamento de la calle "Capitán Sil".
—¡Pero tú es que no escuchas! ¡No ves que si la cogen nos van a joder a todos!
—¡Déjame a mí!, le he hecho un buen trabajito, ésta hará lo que yo le diga.
—¡Pero mira que eres gilipollas! Esta tía está de vuelta de todo. ¿Si te crees que follándotela va a estar a tus órdenes? ¡Lo tienes claro!
—No soy tan gilipollas como tú te crees. Si está en mi apartamento la tenemos localizada, y no dando vueltas por esos mundos de Dios.
—¡Mira, es lo único sensato que te he oído decir!, mirado así, ¡tienes razón! Aunque espero que no te encoñes de ella, ¡que te conozco Colón!
—¡Yo no me encoño de nadie...!
FIN CAPÍTULO XI
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